The Priest are back! Y no es para menos. Después de más de cuarenta años de trayectoria musical, los reyes indiscutibles del heavy metal nos vuelven a regalar un disco que hace justicia totalmente al estilo por el que son mundialmente conocidos. A Judas Priest se les podrá culpar de haber experimentado a lo largo de su carrera: desde el rock setentero del “Rocka Rolla” (1974), al hard rock con sintetizadores del “Turbo” (1986), el speed de “Painkiller” (1990), los tintes modernos de “Jugulator” (1997), o el rollo conceptual del “Nostradamus” (2008); pero sus obras maestras siempre han sido ejercicios de auténtico heavy metal clásico.
Parece que con “Firepower” han querido volver a retomar ese sonido que ya venían buscando desde el “Redeemer of Souls” (2014), pero que se quedó un poco a medio gas. Sin embargo, con tan solo ver la portada de “Firepower”, con sus líneas diagonales al estilo de “Screaming for Vengeance” (1982) ya podemos intuir que su contenido va a tirar por ahí.
Y joder, que si tira. Nada más darle al play comienza el riff machacón de la canción homónima que abre el disco, con un agudo de Halford que pone la piel de gallina. La batería va a cañón, y los solos de guitarra son simples pero efectivos. Halford suena apasionado, escupiendo el estribillo con ganas y dejando claro que él es el Metal God. Es un temazo que seguramente va a funcionar muy bien en directo.
El segundo corte, “Lightning Strike”, fue el primer adelanto que salió, y ya dejó muy buen sabor de boca entre la mayoría de los fans. El tercer tema, “Evil Never Dies”, tiene mucho regusto a Megadeth, tanto en su ritmo como en la cadencia de la voz. “Never the Heroes” es uno de esos medios ritmos tan típicos de Judas, que recuerda a temas como “Love Bites”. Cuando salió como tercer adelanto no me convenció demasiado, pero en el contexto del disco encaja muy bien.
Proseguimos con “Necromancer”, uno de mis temas favoritos del disco, y uno de los más heavies. Perfectamente podría haber formado parte del “Painkiller”. Con “Children of the Sun” volvemos a los medios tiempos, destacando los solos de guitarra, y la estrofa que Halford canta apenas acompañado de unos lentos acordes. Es muy emotivo oírle cantar con tanta pasión y perfección.
“Guardians” es una pieza instrumental de teclado, bellísima y solemne. Se agradecen detalles como estos a mitad del disco, que sirven de transición entre lo que en un vinilo serían la “Cara A” y la “Cara B” (en el caso de la edición en vinilo, Firepower consta de 2LP, y “Guardians” es la encargada de abrir el segundo disco). Tras poco más de un minuto, comienza “Rising from the Ruins”, tema totalmente épico, cuyo estribillo me recuerda a algunos himnos de Heavy Load.
“Flame Thrower” no aporta nada nuevo, pero es un buen tema. “Spectre” en un primer momento también pasa por un tema más, pero su estribillo pegadizo y su medio tiempo tan fácil de asimilar, hacen que en unas pocas escuchas se te meta en la cabeza. Destaco también el solo de guitarra: de los mejores del disco.
“Traitors Gate” es otro de los temas que más me gustan del disco. “No Surrender” es el corte más breve, concentrando toda la fuerza de Judas Priest en apenas tres minutos. Le sigue “Lone Wolf”, oscura y tranquila, con cierto aire a Black Sabbath y Danzig. Finaliza el disco con “Sea of Red”, el tema número catorce, y la única balada de todo el disco. Pese a que el disco puede hacerse un poco largo, merece la pena llegar a esta canción y descubrir que la voz de Halford sigue siendo rica en matices. De nuevo, me vuelve a estremecer.
En resumen… Judas Priest lo han vuelto a hacer. A estas alturas era imposible superar sus obras maestras, pero en mi opinión “Firepower” está al mismo nivel de sus mejores discos. Pocas bandas con su rodaje pueden presumir de sonar tan frescos, originales y fieles a sí mismos. Alguno se extrañará de que defina el disco precisamente como original, pero tengamos en cuenta que después de más de cuarenta años componiendo ha de ser muy difícil encontrar ideas nuevas… ¡pero Judas Priest lo consiguen! Mantienen la esencia de su sonido clásico sin caer en refritos. Muy digno de admirar.
Escuchando el disco nadie diría que, a excepción de Faulkner, la media de la edad del grupo ronda los 65 años, y que Tipton tiene parkinson. Sí que es verdad, que antes de saber esta triste noticia eché de menos que hubiera solos más “currados” para lo que Judas nos tienen acostumbrados, pero ahora puedo comprender totalmente este hecho. Mi más absoluto respeto para Glenn Tipton, que hasta ahora ha mantenido en secreto sus más de diez años luchando contra esta enfermedad, pero aun así ha reunido toda la entereza y valor necesarios para darlo todo encima del escenario, y saber cuándo debía parar al no poder estar al 100%. Es una pena que no pueda hacer la gira del disco, pero confío en la labor de Andy Sneap (productor del disco), que será su sustituto en directo. Aunque los rumores apuntaban a que había sido Sneap quien había grabado las guitarras de Tipton en el disco, este hecho ha sido desmentido.
Judas Priest dejan claro una vez más que ellos son auténticos maestros del heavy metal, y que estos abueletes aún se pueden permitir patear el culo de mil bandas modernas que aún están buscando su norte (sin desmerecer a todos esos grupos de ahora que lo hacen realmente bien).
Comentario por Lía Lawless
Fotografía por JUDAS PRIEST