No cabe duda que “To the bone” de Steven Wilson fue el lanzamiento más polémico del año pasado en el mundillo del prog rock. También ha quedado claro con este disco que el mundillo del prog se le ha ido quedando pequeño, tanto en lo relativo a su repercusión mediática como en los límites dentro de los cuales desea encuadrar su obra.
Es indudable que esta nueva obra no es un álbum que pueda catalogarse de rock progresivo, aunque eso no quiere decir que no se mantengan elementos claramente progresivos a lo largo del disco, especialmente en temas como “Detonation”, el más largo del disco y con un extenso desarrollo instrumental. Como el propio músico ha afirmado de forma repetida, “To the bone” nace inspirado en lo que él denomina pop progresivo, donde incluye trabajos de los 80 de gente como Peter Gabriel, Kate Bush, Talk Talk o Tears for Fears. Cabe reseñar que, aparte de estas influencias que menciona de forma explícita, a lo largo del álbum aparecen puntualmente trazos de post rock, electrónica, The Beatles, David Gilmour en solitario, o incluso Abba. Por otra parte, lo cierto es que este acercamiento al pop no resulta tan sorpresivo si tenemos antecedentes como el grupo Blackfield, que Wilson comparte con el músico israelí Aviv Geffen, por no hablar de parte del material publicado por Porcupine Tree a lo largo de los años, sobre todo antes de endurecer el sonido en sus dos últimos discos “Deadwing” y “Fear of a blank planet”.
Para conseguir este propósito, Wilson ha prescindido de músicos que le daban un toque de virtuosismo a los discos precedentes, como el guitarrista Guthrie Gowan o el baterista Marco Minnemann y ha recurrido a instrumentos hasta ahora muy inusuales en su discografía, como la armónica. En relación a las partes de guitarra, se hace cargo personalmente de las mismas, dándole un enfoque mucho menos técnico que el del mago Gowan y buscando más el lado emocional. También ha potenciado la presencia de voces femeninas, donde vuelve a contar con la presencia de Ninet Taybet en dos temas “Pariah” y “Blank Tapes”, asi como de la cantante y multi-instrumentista Sophie Hunge en el devaneo electrónico “Song of I”. En el tema “Pariah” el papel de Taybet recuerda un poco al de Kate Bush en el tema a dúo con Peter Gabriel “Don´t give up”, sobre todo en lo referente al tipo de diálogo establecido entre su voz y la de Wilson, en uno de los temas más destacables del disco.
Por otra parte, resulta innegable que Wilson es un brillante creador de buenas melodías, algo fundamental si hablamos de pop. También es capaz de componer canciones comerciales e incluso bailables, como “Permanating”, que ha puesto los pelos de punta a buena parte de sus seguidores a cambio de abrirle las puertas de un público mucho más masivo para el que hasta ahora era un completo desconocido. En este sentido he de reconocer que Steve Wilson siempre me ha parecido un gran melómano, que conoce muy bien las características de la música con la que trabaja, y posee un innato talento artesano que le permite cortar y pegar influencias y elementos diversos a su antojo para obtener su propio producto.
Seguramente “To the bone” resulta un tanto decepcionante después de obras tan redondas como “Hand cannot erase” y “The raven that refused to sing” pero lo cierto es que representa de forma ajustada el camino creativo actual por el que desea transitar el Sr, Wilson, más allá de que esto se deba, o no, a razones estrictamente artísticas. Además, como era de esperar, la factura técnica es impecable, tanto en composición como en ejecución y producción., y es un disco que, sin deslumbrar, gana con las sucesivas escuchas.
En resumen, “To the bone” no es probable que quede entre lo más destacable de la extensa discografía de este inquieto músico, aunque sí que se convierta en un punto de inflexión en su carrera. El tiempo lo dirá.
Oscar G. del Pomar