La evolución de Machine Head durante su carrera siempre me ha parecido bastante similar a la de Hamlet. No me matéis todavía, dejadme defender mi punto. No estoy comparando ni siquiera el estilo de ambas bandas, sino su forma de encarar la composición de cada nuevo álbum. Olvidad por un momento la etapa pre-sanatorio de los madrileños; desde ese punto en adelante siempre han mantenido una esencia clara de cuales son “las señas de identidad” de la banda, y les reconoces a los pocos segundos, sin embargo cada disco tiene un enfoque muy particular, con un estilo muy marcado que lo diferencia del resto.
Hay peña que cambia todo el rato de peinado. No sabe uno si es que nunca acaban de verse a gusto en el espejo, o es que son inquietos y les mola probar cosas distintas. Con Machine Head pasa eso. Siempre han estado en la segunda fila de la cabeza internacional, con una carrera muy sólida y respetable, pero un paso por detrás de ser la banda más grande de su generación. No es culpa suya, es que el paradigma cambió y cuando ellos llegaron ya no había primera fila, aunque Rob Flynn siempre esté un poco molesto por no vender más discos y llenar estadios gigantescos.
El resultado positivo de esta continua batalla es que Machine Head no han ofrecido nueve veces el mismo álbum. Han ido probando con mejor y peor fortuna distintas maneras de ser Machine Head. Catharsis está lleno de Riffs muy poderosos; ponte Triple Beam o Screaming at the Sun e intenta dejar el cuello quieto, anda. Aparecen elementos chandal-noventeros como el inicio de Kaleidoscope, en el que casi me recuerdan a Coal Chamber, para romper luego en una base melódica con estribillo y trio de cuerdas. Si pones este tema al lado de cualquiera de los de The Blackening (que tiene ya diez años!!), creo que entenderás mejor lo que llevo rato intentando explicarte.
El nuevo enfoque es totalmente premeditado. Rob ha intentado alejarse en esta ocasión del sonido metálico, incluyendo influencias del Hardcore Melódico y del Hip Hop, y ofreciendo un mensaje mucho más sencillo, tanto en la estructura de las canciones como en las letras, que son mucho más directas, huyendo de metáforas y cripticismos.
Es verdad que Bastards podría ser una versión de Bad Religion, a la que hubiesen adosado una estrofa Grunge de la época de os desenchufados. Es verdad que la batería procesada del inicio de Hope Begets Hope te va a hacer arquear la ceja, o los coros procesados de la acústica Behind a Mask. Es verdad que el primer video-single Catharsis, con su camisa de fuerza blanca, sus pétalos de rosa y su estribillo popero nos dejó un poco rotos, pero que quieres que te diga, me parece que este álbum tiene buen material, y sigo prefiriendo a las bandas que lo intentan una vez tras otras, muy por delante de las que pillan un buen sitio y luego se pasan el resto de su discografía conformándose con mantenerlo.