Coheed and Cambria es una banda de rock progresivo de esas que tienen talento para regalar.
Les he descubierto, como tantos otros, gracias a Noche de Rock, y he de reconocer que este es el primer disco que escucho de ellos, a pesar de que los mozos llevan sacando discos desde 1995, año en el que decidieron montar un grupo un tal Claudio Sánchez y su amigo Travis Stever, en un pueblo al norte del área metropolitana de Nueva York.
¿Cómo hacer justicia en una reseña de una banda con tanto talento y de la que hasta ahora no había escuchado nada? Sencillamente no creo que sea posible, así que voy a contaros unas cuantas curiosidades que he ido aprendiendo mientras me documentaba para la reseña y dedicaré el párrafo final a comentar mi opinión sobre este disco.
Es una banda conceptual, incluso desde su concepción. Claudio y Travis tenían ya varios temas grabados para su banda Shabütie basados en una historia de ciencia ficción (escrita por Claudio) cuyos protagonistas se llamaban Coheed y Cambria. En un momento dado de una gira, decidieron cambiar el nombre de la banda para adoptar no sólo el nombre, si no la temática y logotipo de esa historia, sentando desde ese momento las bases sobre las que sus futuros discos sonarían.
Para el cuarto disco de la banda, Taylor Hawkins (Foo Fighters) grabó la batería, ya que June Chris Pennie, por entonces el nuevo batería, no pudo entrar en el estudio por problemas de contrato con su anterior discográfica.
En 2008 grabaron esta versión de The Trooper.
Claudio tiene un proyecto de música electrónica que no tiene absolutamente nada que ver en lo musical con Coheed llamado “The prize fighter inferno”. A pesar de eso, el tema del disco sí gira alrededor del universo de Coheed and Cambria, al igual que lo hacen su cómic “The Amory Wars” y varias novelas… Se ve que se le queda corta la música para todo lo que tiene dentro el tío. Como decía al principio, talento para regalar.
Si te mola, aunque sólo un pelín el progresivo, este disco te engancha desde el primer tema. Algunos cortes me recuerdan a Rush, seguramente por el tono de voz de Claudio. Pero se notan un montón de influencias mucho más metaleras. En todo caso la banda es mucho más que sus influencias y este disco tiene tantos temas, tan variados y a la vez tan coherentes entre sí, que la mejor forma de hacerle justicia es recomendar escucharlo en profundidad; pasajes con pianos, solos tan progresivos como metaleros, temas lentos, y hasta un corte que toma prestada una base de Tears for Fears (“The Pavilion”) componen el universo musical de The Last Sentencer.
Lo cierto es que a poco que te guste la música, merece la pena dedicarle un rato a escuchar lo que han grabado estos fueras de serie del progresivo ¿Épico? ¿Melódico? ni idea, pero es uno de mis discos favoritos del año pasado y de sobra se ha ganado ser disco de la semana.
Jose, el de Alemania