No dejo de imaginarme a Steven Wilson en su estudio planeando este disco y riéndose para sus adentros; de todos es sabido que la música disco y el pop son dos influencias que ha reconocido públicamente. Su evolución en los últimos años, desde la disolución de Porcupine Tree ha dejado claro que no pensaba dejarse encasillar en ningún estilo. En varias entrevistas ha nombrado a artistas como David Bowie o se ha mirado en referentes como Prince a ese aspecto, hacer de tu nombre tu propia marca y conseguir que tu estilo seas tú, más allá de ninguna frontera. Él dice que no lo hace por molestar, pero no descartamos que en el fondo de The Future Bites también también haya un poco de esa sorna inglesa… “Queréis metal progresivo? Os vais a cagar”.
Creo que en cierta medida Steven Wilson ha subestimado la capacidad del público Prog para aceptar nuevas fórmulas. Es cierto que hay talibanes, como en cualquier otro subestilo, pero en general la etiqueta se caracteriza, o debería, por la libertad, y eso significa que cualquier idea es buena hasta que se demuestre lo contrario. Por eso creo que el supuesto escándalo que debería provocar ver a Steven Wilson rodeado de aparatos electrónicos no es tal. Por aquí nos gusta Depeche Mode, Ulver, Combichrist, Kraftwerk y también Abba o Sisters of Mercy así que un disco con las intenciones que trae The Future Bites no va a conseguir que nos rasguemos ninguna vestidura.
En la parte de producción es una delicia, claro, SW es un auténtico maestro artesano y el disco suena espectacular. Sin embargo, parece que hay bastante consenso en que este se encuentra entre los menos inspirados de su carrera en solitario. Tal vez el peso se ha deslizado de más hacia el “Cómo” en lugar de hacia el “Qué”. En su carrera ha pasado de la canción intimista y melancólica al metal progresivo, pasando por el pop y ahora utiliza arreglos electrónicos, bien, no hay problema, tampoco le pillará tan de sorpresa a los que conozcan su trabajo con No Man, Bass Communion o Blackfield. El verdadero pero es que después de unas cuantas escuchas parece que no hay tantas canciones memorables como en sus anteriores discos, y eso es algo peor, aunque tampoco es un drama; volviendo a los ejemplos anteriormente mencionados, parece claro que cualquier artista de largo recorrido que asuma riesgos al componer y arreglar va a tener discos más rotundos que otros. Es ley de vida. Sólo el tiempo es capaz de poner a los discos en su verdadero contexto.
En la parte parte final del disco están los dos singles “Follower” y “Personal Shopper” que son las canciones más inmediatas y llamativas. Aunque también hay algunos momentos cercanos al Chill Out en la primera parte a los que les estamos cogiendo el gusto poco a poco como “King Ghost” o momentazos pop como “12 Things I Forgot” que van ganando puestos entre nuestras favoritas. Tendremos que ver como resuelve en directo con el resto del repertorio, seguramente los temas nuevos vayan ganando puntos con el roce. De cualquier manera está claro que Steven Wilson está dispuesto a arriesgar y no convertirse en un payaso más del engranaje de la industria del entretenimiento. y eso siempre es buena noticia.
Para acabar de comprender el resto del disco aconsejamos prestar atención a los textos. La visión sarcástica e incisiva de SW sobre este futuro tecnológico y aterrador (bytes/bites) es lo que lleva las canciones a un nivel superior. Libreto en mano sube de nivel, recomendamos el ejercicio.