A Jeffrey Ross Hyman le molaban los Stooges, los New York Dolls y los Who mas viscerales, parece que también las armonías vocales de grupos como The Shagri-las. Beach Boys o The Kinks. No entendía tanta estructura compleja, tantos largos solos, y tantas letras ampulosas. Tenía 25 años y ya echaba de menos la sencillez de las bandas con las que había crecido. Tuvo sus escarceos con el glam, formó parte de una banda llamada Sniper, dicen que le echaron porque no tenía las pintas adecuadas. Al poco tiempo comenzó a juntarse con sus colegas en el garaje de la casa de su madre y se les ocurrió la feliz idea de ponerse todos el mismo apellido. Su debut en el GBGB fue calificado de desastroso y su primer álbum no fue un éxito mayúsculo ni inmediato, pero empezó a abrir (o a recuperar) un camino para miles de bandas a uno y otro lado del charco, que abrazarían la filosofía de producir música menos cerebral, más directa y denostarían las producciones complejas y costosas. Una vuelta a lo sencillo que extiende sus tentáculos mucho más allá de lo evidente y que es probable, por ejemplo, que incluso tuviese su parte de culpa en el auge de la música disco pocos años después.
Huelga decir que Los Ramones son a día de hoy un grupo imprescindible para entender la historia del rock, y que en este primer disco ya están todos los fundamentos a los que permanecerían abrazados hasta el fin de su carrera dos décadas después.
Comentario por Oskar Sánchez