Resulta extraño que la primera referencia que le llegue a uno de un disco de versiones de Black Sabbath provenga de un programa de jazz. pero eso ha sido lo que me ha sucedido con este disco de Jazz Sabbath. Sin duda, el nombre elegido para la banda ya muestra bastante a las claras de que va el asunto: Un cruce entre las reinterpretaciones jazzeras de metal del trio de Alec Skolnick y el sentido del humor paródico de Spinal Tap. El cerebro pensante detrás de esta idea es Adam Wakeman, hijo mayor del celebérrimo teclista de la formación clásica de Yes., Rick Wakeman, y con una amplia carrera ya en el negocio, que incluye muchos años como musico de apoyo, tanto de Ozzy Osbourne como de los propios Black Sabbath, entre muchos otros, aparte de sus proyectos personales o a medias con su
padre.
Como el propio Wakeman comenta en alguna entrevista. el germen de este proyecto nació durante una gira con los propios Sabbath, en el bar de un hotel en el que había un piano. De ahí surgió su alter ego Milton Keanes, que supuestamente fue el autor original de los clásicos de la banda con su trio de jazz y al que un infarto evitó editar el disco antes de que se lo “apropiaran” Tommi Iommi y compañía. Todo esto es relatado de forma muy divertida en el falso documental que salió como promoción antes del álbum, en el que colaboran muchas caras conocidas, como Neil Murray, Dave Ellefson, Jordan Rudess, Mickey Dee, Mike Bordin o, claro esta, Rick Wakeman.
Detrás de este trio ficticio conformado por el pianista Milton Keanes, el contrabajista Jacque T’fono y el baterista Juan Take, se encuentran, además de Adam Wakeman, los músicos reales, Jerry Meehan y Ash Soan, ambos experimentados sesioneros de la escena britanica. Aunque esta formación de trio clásico es la base de esta obra también hay algunas colaboraciones puntuales de guitarra, órgano hammond o saxo.
Un punto a favor es que no suenan a jazz contemporáneo lo que encaja con la representación de un trio de jazz de finales de los 60. De hecho. por el tipo de arreglos que hacen sobre temas que en origen son rockeros y con uso abundante de pentatónicas, les encuentro mas cercanía al soul jazz habitual de esa época en grupos de organistas como el de Jimmy Smith, que a ninguna de las escuelas de trio sesenteras, ni a la contrapuntistica derivada de Bill Evans. ni la mas percusiva y modal de McCoy Tyner. Adam Wakeman ha comentado que no tiene entrenamiento formal en jazz y quizás eso se note un poco a la hora de cargar mas el peso de los temas en las partes de arreglos sobre las de improvisacion, o el abuso de las intros a piano solo, pero el resultado es bastante convincente, tanto desde el punto de vista de simulación de grupo ficticio como de la música en si.
Esta claro que lo que ofrece este disco no es nuevo. pero también es cierto que traer temas de estilos ajenos y reinterpretarlos en clave de jazz es algo consustancial al género desde sus inicios. Desde las revisiones de los cancioneros de Cole Porter o Gerswhin, pasando por revisiones de temas de Disney por Miles Davis o de Sonrisas y Lágrimas por John Coltrane, hasta llegar a la “Macarena” de Sex Mob, los acercamientos a Radiohead de Brad Mehldau
o a Nirvana (y muchos otros) de The Bad Plus. Incluso podemos mencionar ejemplos mas cercanos como el Mi carro de Chema Saiz o las grabaciones a duo sobre standards de copla de Chano Domínguez y Martirio En un contexto mas cercano al metal nos encontramos al ya citado trio del guitarrista de Testament. Alec Skolnick o las versiones crooner del In a metal mood de Pat Boone.
En el caso que nos ocupa mi impresión es que se trata de un divertimento sin mas pretensiones creativas que realizar un ejercicio de estilo. No obstante, eso no quita que sea un trabajo muy disfrutable que. a la par que te hace sonreir si entras en el juego que te proponen y ves el documental, te ofrece una música más que digna con buenos arreglos,
instrumentistas muy competentes y una acertada selección de clásicos atemporales mostrados desde una nueva perspectiva. Wakeman ha señalado que probó buena parte del repertorio de los de Birmingham, para finalmente quedarse con las que mejor funcionaban, y que, por eso, se quedaron fuera imprescindibles como Paranoid, para la que no encontró ningun arreglo que le convenciese. Sin embargo. otros clásicos como Fairies wear boots, Iron man o Children of de grave funcionan realmente bien y son puntos álgidos del disco.
En resumen, un álbum curioso y entretenido. que puede agradar a quienes se acerquen tanto del lado jazzero como del rockero, sin ser en ningún momento jazz rock ni similares, salvo quizás en algún solo de guitarra distorsionada que se aparta un poco de la ambientación mas hard bopera general. Recomendable para almas curiosas.
Oscar García del Pomar