En aquellos días raros de confinamiento se abrieron espacios y tiempos imprevistos. De repente la rutina dió un vuelco completo, y en algunos lugares, alguna gente encontró el momento para llevar a cabo viejas ideas, para terminar lo que algún día empezó y siempre estaba relegado al segundo plano, para liderar nuevas gestas.
El siempre atareado Toño Gutiérrez Llata decidió registrar al fin el primer disco bajo su propio nombre. Profe de clarinete en el conservatorio y clarinetista de la banda de Santander, músico de Jazz en No Name con Illera o en el trío de Rafa Santanda, fue bajista del grupo de folk Vallobera con Pepe Santos, director de la Big Band Infantil de Santander, sin dejar de lado a la grandiosa agrupación de Funk Vespa Groove en la que también llevaba las riendas.
El disco tiene toda esa herencia. De la Funk Fusionera y algo ácida Carahuevo pasamos en un suspiro a arreglos jazzisticos de temas de inspiración folk, como puede ser el viaje de ida y vuelta de Corrales. Con un pié el latin Jazz en My Mambo o rindiendo un gran homenaje a uno de los lugares de referencia del ambiente Jam Sessionero Santanderino como el Rubicón y otro al gran animal del bajo eléctrico Jaco Pastorius. Destaca también por su sensibilidad el tema dedicado a su padre Maestro Carpintero, que además resume conceptualmente el trabajo de buen artesano y además artista con el que identifica su música.
El disco está hecho en la distancia. Pero claro, vaya implicados. Toño graba las melodías principales de los temas que tiene por ahí compuestos y se lo va pasando respectivamente a los vientos, el trompetista Benjamín Blanes, el trombonista Edu Diz y el saxofonista – flautista Francisco Villanueva, al pianista Rafa Santana, al baterista Chus Gancedo y al guitarrista y productor Javier Escudero. Aquí se juntan dos hechos muy importantes, todos tienen la complicidad de haber sido ya compañeros musicales en distintos proyectos musicales, y además todos son muy talentosos y profesionales de primerísimo nivel.
Así que, con la humildad de quien no tiene nada que demostrar Toño nos ofrece una colección de composiciones de primer nivel que llegarán probablemente a una cantidad selecta de orejas dispuestas. Un viaje musical en el que las fronteras se difuminan, y la música fluye como el traqueteo de un tren, mientras por la ventanilla vemos pasar paisajes que cambian, sin que apenas seamos conscientes de ello.