Como artes puras, la música es música, y la literatura es literatura. Ambas viajan en un mismo vehículo, el sonido, pero buscan evocar sensaciones muy diferentes. La obra que hoy nos ocupa consigue de manera excepcional entrelazar ambos caminos, para llegar a un mismo destino, reflejar el arte en mayúsculas. Mart, en su primera obra en solitario, tras su largo periplo rockero de más de 20 años con el rock poderoso y ecléctico de Estirpe, se lanza a la labor más difícil a la que se puede enfrentar un músico, desnudar completamente el alma, presentarse completamente como uno mismo, sin complejos y sin ataduras, y supera la prueba con creces.
Líricamente “Tierra y fe” es una obra que podríamos encuadrar como conceptual, con un hilo conductor que es el interior de un ser humano protagonista de su propia vida, capaz de afrontar los retos que se van presentando, desgranando la belleza y la dureza de transitar por la sinuosa e inesperada carretera en la que se ve uno a veces inmerso.
Por el lado musical, esta intensa obra se construye sobre un espíritu rockero, calmado e intenso, pero que adereza con especias latinas, bases electrónicas y orquestaciones avasalladoras, que buscan dotar de mil capas por descubrir, y que permiten que, tras innumerables escuchas, el disco no suene igual que la vez anterior, y que podamos cambiar innumerables veces de canción favorita, ya que cada una de ellas apela a un estado de ánimo diferente, pero igualmente enriquecedor, por sus bellas melodías, y sus elaboradas, y a veces arriesgadas, armonías.
Con un enigmático comienzo, el de un ruído casi industrial, “A pesar” pone el listón muy alto, con un rock latino, influenciado en las formas por Draco, uno de los artistas más admirados por Mart, pero con un auténtico estilo propio, en una fusión que casi nadie se atreve a enfrentar, por la dificultad de no caer en los tópicos y que, sin darnos cuenta, nos sumerge en un final apoteósico. Líricamente, el contenido no puede ser más auténtico y real, la lucha contra la adversidad y la esperanza.
El arpegio inicial de “La semilla” tranquiliza el ambiente, con un arpegio lejano, que compositivamente bien podría ser parte de un disco de su anterior proyecto, pero que lleva a otro nivel completamente diferente, por las atmósferas que envuelven a lo que ya entendemos que va a ser el hilo conductor, la voz de Mart, uno de los mejores cantantes que ha dado el rock en español. Con crípticas metáforas, la temática da continuidad al concepto que llevará el disco hasta su ocaso, la espiritualidad de Mart, que le permite tomar conciencia de su naturaleza humana y enfrentar a sus demonios.
“Augurio” haciendo honor a su título, avisa de que este disco no va a ser de una sola escucha. Un son que podría firmar un cubano de pura cepa, arropa, junto con la limpieza de unas guitarras acústicas y hasta un tres cubano, a la voz de Mart, que parece susurrarnos al oído. ¿Y las voces? Lo dejo ahí, como secreto, porque es imposible plasmar para este humilde escribiente lo que la música a veces puede hacernos sentir.
“El cuento” es para mi la mejor canción del disco. No hay un segundo en el que la canción no esté diciendo nada, puede sonar a soul, a rock de toda la vida, a lo que tú quieras, pero indudablemente una voz especial con una canción impresionante. Las dotes de guitarra solista de Mart también quedan reflejadas en un originalísimo solo, que lleva a la canción hasta el espacio sideral durante unos segundos, para romper en un final perfecto.
“Por lo nuestro” es un himno al amor, a la pareja, donde música y letra se conjugan, al más puro estilo de rock de estadios, hecho para homenajear al mejor equipo que se pueda compartir con un ser amado de la manera más romántica. Rompe con el tono melancólico de las canciones, consiguiendo celebrar la locura de ver cada día con tu compañero de vida perfecto.
Y por ahora, nuestro viaje se interrumpe, con toda la intención del autor de la obra. La parte de melancolía que ha nutrido el disco no sólo se respira en la música, sino también en otros cuidados detalles. El ejemplo más claro de esto es el formato en que ha sido editado, dos caras en un vinilo, para invitarnos a escuchar de la manera atenta lo que resta, para pedirnos descanso que nos permita sentarnos a paladear la música con la máxima atención que nos permitan todos nuestros sentidos, y que, desgraciadamente, cada vez menos nos permitimos.
La cara B empieza con una demasiado corta canción instrumental, en la que se demuestra que en lo más simple y desnudo es donde se encuentra la verdadera belleza.
Sonidos que para mi intentan sacar a relucir la naturaleza “marciana” del artista dan pie a un tema atmosférico, “Estar ahí” que va creciendo, sin aspavientos, segundo a segundo, volviendo a algo común en este disco, los finales apoteósicos, que siempre dejan con ganas de más, y que piden más escuchas, porque te resistes a creer que una obra tan sublime ha terminado.
La voz de Ángel, hijo de Manuel, da pie a otra de las obras más originales y especiales del disco “Augurio”. Con una guitarra a medias entre lo clásico y lo flamenco, volvemos a sentir que el vocalista está sentado a nuestro lado. Una melodía de guitarra sirve para que las raíces más andaluzas afloren, de nuevo con un resultado espectacular, que nunca hubiéramos asociado a un espíritu de rock, pero que lo tiene, y con creces.
El disco, lamentablemente va llegando a su fin, pero no por eso afloja el pistón en ningún momento, sino todo lo contrario, busca, y encuentra, con éxito su objetivo de llegar a su recta final lleno de combustible.
“Mi respiración” es de los temas más difíciles de analizar, por lo poco convencional. Abruma la belleza de la letra y de la música, minimalista al principio, pero con un solo de guitarra que es pura melodía da pie al momento más duro, en lo que se refiere a crudeza del sonido, de la canción. La canción destilla melancolía lírica y musicalmente con unas orquestaciones espectaculares y, otra vez, con las dotes de guitarrista de Mart.
“Tierra y fe” sin duda es el broche perfecto para esta obra conceptual, de la que lo único que se puede criticar es que la duración no sea mayor. Desde que comienza entendermos que la originalidad de Manuel no es una cosa casual, sino que su arte es único. No se pueden hacer referencias a ningún artista cuando se escucha un tema como este, porque es puro en todos sus sentidos. Sus palabras finales son reveladoras “Que llegue al firmamento, que és donde acabaré”…. Y ahí es donde realmente nos lleva esta canción, a un bucle eterno en el firmamento. Intentar describir de nuevo con palabras qué es esta canción es para mi una tarea imposible, que sólo estaría al alcance del autor, que cómo siempre sale victorioso en su labor de llevarnos a ese mundo que ha creado, y en el que él habita. El disco ya ha terminado, y de pronto ya sólo queda el la insatisfacción del vacío, por sentir que la experiencia ya ha acabado, y que sólo una nueva escucha, nueva en todos los sentidos, podrá volver a saciarnos.
Volviendo a la tierra, sólo queda hablar de la magnitud de Mart como artista musical global. Unido a la excelencia compositiva, la soberbia interpretación instrumental y vocal, a cargo en su totalidad de Mart (con excepción de la batería, a cargo de Josechu Gómez, de la banda “Pasajero”) no hubieran en ningún momento tomar la dimensión merecida sin las labores técnicas del mismísimo Mart, que facturan un producto sobresaliente en todos los sentidos, digno de una mente preclara para lo musical.
Una obra maestra irrepetible, para un artista irrepetible.
Loren Gómez