Ay, la perspectiva. Cuánto cambian las cosas dependiendo del punto de vista del observador. Seguramente, muchos de los que están descubriendo a Repion con el LP homónimo que lanzaron el pasado febrero hablarán de ellas como de “una joven y prometedora banda”. Al fin y al cabo, el haber pasado de la autoedición a trabajar con sello de cierto calado como Mushroom Pillow les está acercando a públicos que hasta ahora no habían tenido noticia de la existencia de la banda. Sin embargo, en Cantabria llevamos ya una década disfrutando de las alegrías que nos han brindado, lo que las convierte en veteranas de la escena.
Un poco por inercia, al pensar en este nuevo disco me sale definirlo como una continuación inmediata de su anterior largo. Todo bien, hasta que me fijo en que han pasado siete años desde que publicaron aquel “Amapola Dueles” (2016) y cinco desde el EP “Donde escapa la luz” (2018). Ostras, si parece que fue ayer. Disfrutad de la vida, que el tiempo se nos escapa entre los dedos.
Lo cierto es que durante este intervalo las dos hermanas Iñesta han tenido oportunidad para foguearse de sobra en otros proyectos: Marina a la guitarra junto a Mikel Erentxun, y Teresa a la batería con Aiko el Grupo o con Yawners. Y toda esta experiencia acumulada se deja notar en “Repion” (2023). Sí que desde el arranque con “Brillante” aparece ese rock emocional que se hizo reconocible en sus grabaciones anteriores, pleno de energía y plagado de subidas y bajadas de tensión. Sin embargo, a medida que pasan las canciones se va notando que ahora saben manejar con más soltura todos sus recursos. Que cada arreglo y cada cambio de ritmo están mejor colocados. Ojo, que siempre han sido muy buenas, (desde el principio dio la impresión de que habían nacido sabiendo); solo que ahora son más precisas a la hora de plasmar sus ideas, así que estas han ganado en contraste, negros y brillos. Eso les permite hacer lo de siempre, pero mejor que nunca.
Pero al llegar a la segunda cara ya se lanzan a probar cosas nuevas, y ahí es donde salen las canciones que más me gustan del álbum: el nervio de “En todo momento” con ese ritmo quebrado; el escalofriante bramido eléctrico en la sombría “Monstruos de río” ; “Qué soy para ti”, todo un hit en potencia que se ha convertido en mi canción favorita de todo su repertorio; la delicia atmosférica de “Canto a la luna”; y el cierre sanador al ritmo de las palmas con “Una sonrisa”.
La experiencia acumulada también se percibe en las letras. La pérdida de la inocencia y el desencanto adolescente de sus viejas canciones quedan retratados en “Barrio Somavilla” como recuerdos cada vez más lejanos. Sin embargo, ahora han perdido la vergüenza a cantar sobre sus sentimientos más íntimos. En una época en la que una buena parte de la música tratan sobre el aislamiento y la incomunicación, ellas hablan sobre el contacto físico entre las personas: acariciar, abrazar, buscar la mirada del otro, escuchar, reconocer el olor. De hecho, el único momento de soledad aparece en la desoladora “Sin hablar”, marcada por la ausencia del ser amado, la necesidad de tener a alguien cerca.
Por otro lado, el paso del tiempo ha hecho que profundicen las decepciones: buena parte de los cortes hablan sobre las veces que los demás (o ellas mismas) no han estado a la altura de lo esperado. Pero si en “Tu/mi colonia” parece que va a asomar el rencor (“no quiero que seas una canción porque no te lo mereces”), justo antes de cerrar el disco recapacitan, y en “Una sonrisa” Marina canta con voz serena “al final te cantaré para así sentirme bien”.
“Repion” es un LP que habla sobre la posibilidad de la reconciliación, sobre cerrar heridas y pasar página. En cierto modo es un trabajo pequeño, que no intenta cambiar la historia del rock; pero resulta escalofriante que en “La madriguera” no tengan miedo de admitir que “no tenía razón” o que “yo no quería enfadarme contigo”. Y es que en un mundo que se hunde en la confrontación, el egoísmo y el cinismo, el grupo ha tomado parte a favor de la ternura y la humildad, y eso es un gesto personal casi heroico.
Carlos Caneda