Se me ocurren unos cuantos personajes en la historia de la música que reconocemos por ser hijos de un músico prestigioso, piensa en Julian Lennon, Jakob Dylan o Zyggy Marley por ejemplo. También pasa a la inversa, aunque no se comente tanto, muchos músicos que nos gustan son hijos de gente con mucho talento y sensibilidad, que aunque no hayan alcanzado notoriedad pública, ha sabido crear en casa un ambiente musical rico en el que el aprendizaje y el amor por la música ha llegado de forma natural.
Tano es “el padre de las Repion”, pero claro, Tano era Tano ya antes de ser padre de nadie, y su vinculación con la música es larga, como montador de escenario, técnico todoterreno de sonido y luces, chofer… (trabajó varios años para bandas como Nacha Pop, Radio Futura y Olé Olé, y también hizo giras con bandas internacionales como Lords of the New Church o Dr. Feelgood) y también guitarrista de algunos grupos, destacando Curare junto a Jesús Hoyos, con quienes grabó un disco que nunca se llegó a editar.
Durante algunos años se dedica por completo a su trabajo y su familia, pero siempre guarda un espacio en su corazón y en su casa para la música. Construye un Home Studio que es también el cuarto de juego de las primeras Repion, lleva a Marina a Musiquea, y allí conoce a Inés Pardo con quién toma algunas clases y así vuelve a ir involucrándose, hasta que siente la necesidad de dejar plasmadas algunas de sus propias composiciones, sin más ambición que compartirlas con sus amigos y familiares.
Durante el tiempo de pandemia aprovecha que hay huecos libres en Moonriver y comienza a ordenar sus composiciones, de manera bastante informal, incluyendo la colaboración de Repion en las bases rítmicas aprovechando descansos de la gira y visitas a casa. De manera casual también participa Rodri Irazábal en la batería, sencillamente pasaba por allí y hacía falta la batería de un tema. Rafa Cantera pone palabras a la canción Desde el Olvido, para alivio de Tano que no se considera buen letrista. Ante la imposibilidad de cuadrar horarios para terminar el disco, los últimos retoques se le dan en Sonido Arce.
El resultado global es tan sencillo y tan directo como el propio Tano. Un disco hecho con el corazón en la mano y sin más pretensiones que comunicarse a través de la música. Temas redondos y sinceros, muy bien arreglados e interpretados con muchísimo gusto y sensibilidad.
De momento no hay planes de sacarlo al directo, dice Tano que lo pasa muy mal y que no tiene banda para ello. Sin embargo, quien le ha visto tocar sabe que sería una suerte si se animase. Con las niñas ya criadas, seguro que te sobra tiempo. Este álbum pide carretera. Dale Tano!
Oskar Sánchez