No recordaba lo que era quedar con unos colegas a escuchar un disco desde mi época de instituto, pero las leyendas tienen estas cosas: consiguieron sentar a un grupo de cuarentones para descubrir por primera vez un disco juntos, como cuando hace años le quitábamos el plástico al CD y nos sentábamos alrededor a devorarlo.
Ya desde la primera vuelta el buen sabor de boca es evidente y no era nada fácil joder, después de tantos años lo vuelven a conseguir. Para mí este es un álbum que en este momento en el que escribo ya supera a Firepower su última referencia, que tan alto puso el listón.
La sensación es que el modelo creativo que aplicaron entonces y que tan buen resultado dio, se ha refinado y resulta más certero, donde los temas destacados no se encuentran tan lejos del resto. Incluso con la un tanto edulcorada Crown of Horns que al principio no me convencía, me llega emocionar. Esto me lo cuenta otro y quizás no, pero es Halford quien habla así que al final compro, vaya que si compro… Para terminar de redondear el disco han ajustado un poco el duración y el número de temas (bonus tracks a parte).
Me transmite perfectamente lo que para mi es esencia de los Judas Priest, y que tantas veces me dice un colega muy fan: “lo estas escuchando y piensas: ¡el metal mola la ostia, joder!”
Hay tiempo para todo y son varios puntos álgidos los que vamos encontrando, como el triplete de temas inicial que supone un arranque bestial, diría que encontramos quizás una carga energética superior en la primera parte del disco respecto a la segunda. Resulta acojonante comprobar la agresividad que muestran sin tener presentes los 50 años de carrera y casi 20 discos de estudio que llevan a sus espaldas.
Destaco también la frescura que irradia Trial By Fire, una de mis favoritas, con la quizá mejor se muestra la sensación del punto mágico que han alcanzado de hacer nuevos temas que siguen sonando a Judas pero sin ser más de lo mismo. Una muy emotiva Giants in the Sky es una de las que me gusta volver una y otra vez, con un intermedio con acústica y Halford moviéndose por varios registros como pez en el agua. Ya decíamos que el nivel general todos los temas en general es notable, y hasta el aire gamberro de Son of Thunder me conduce de forma positiva (Sons of Thunder!!)
El cuidado en los detalles está presente y recursos icónicos soltando una campana por aquí o una sirena industrial por allá te hacen sentir como en casa. También la portada me convence, dando una sensación de modernidad en su diseño, encajando el poder y fuerza de los símbolos clásicos de la banda representados en primer plano.
Una idea que me vino a la cabeza la primera vez que escuché el disco y que he ido reforzando a medida que pasaron los meses es que aunque todos los temas están bien, cuando empieza alguno de los temas que a priori no destacan tanto tampoco importa mucho porque tienen un as en la manga: empieza a cantar Rob Halford y lo cambia todo. No sé cuánto hay de verdad en lo que oímos en este disco pero tampoco me importa mucho, excepcional el trabajo a la voces, no sólo de seguir llegando muy alto por momentos y exhibirse, sino también con esos momentos suyos de expresión algo teatrales y unas líneas muy agresivas como sólo él sabe darle a la interpretación vocal.
Haciendo recuento parece que salen 19 álbumes de estudio, si el destino nos lo permite, qué bonito sería que al menos llegaran a redondear con 20 y cerrar de esta forma una carrera irrepetible con broche de oro: una trilogía de despedida al nivel de su leyenda.
Borja Ponga