Parece que ciertos problemas de salud van a tener a Robe apartado de los escenarios durante un tiempo impreciso. Esperemos que no de la música. Mientras tanto acaba de recibir una medalla al mérito en las bellas artes que me han hecho recordar sus palabras a la prensa cuando en el ’97 So Payaso se llevó el premio al mejor videclip en los premios de la música:
“Es como cuando vas a pedir una cerveza y te ponen un pincho”.
De cualquier manera, la casualidad ha querido que sea precisamente ahora cuando lo tenemos de Disco de la Semana. Siempre es buen momento, aprovechamos para mandarle deseos de pronta recuperación.
Tras ser elegido como Disco de la Semana en el subforo de votaciones, ninguno de los colaboradores habituales de NdR se echaba para adelante a escribir la reseña. Lanzar el voto y esconder la mano! XD Así que opté por el último recurso antes de echarme otra a la espalda… preguntar en FB para ver si algún fan nos quería dedicar unas líneas. Los seguidores de Robe son unos ansias. Antes de 24 horas tenía dos reseñas distintas en la bandeja de entrada. En lugar de partir el niño a la mitad, he decidido publicar ambas. Nadie da más por menos. Ahí os van.
Oskar Sánchez
Este es el cuarto trabajo en solitario de Robe Iniesta. La portada muestra su figura disolviéndose en el aire, con sus ropas suspendidas como si él mismo ya no estuviera, y su banda intentando retenerle mientras también parecen ser arrastrados. La imagen sigue una forma áurea, capturando una sensación de partida y trascendencia.
El disco, publicado el 15 de diciembre del año pasado, contiene 10 canciones independientes, en contraste con Mayéutica, su anterior álbum, que era una única composición continua. En una rueda de prensa, cuando le preguntaron sobre el significado de sus letras, Robe explicó que la música no debe entenderse, sino disfrutarse. Con el título Se nos lleva el aire, parece sugerirnos que aprovechemos el tiempo, que vuela.
Recomiendo escucharlo con audífonos para captar todos los matices. Robe interpreta con una intensidad única, combinando voz e instrumentos para expresar una emoción conjunta, como en El poder del arte, donde sus palabras y los acordes disonantes de Woody refuerzan el mensaje en frases como “en el puto pasado” o “me enerva” al hablar de temas oscuros.
En Haz que tiemble el suelo, la canción empieza suavemente con guitarra acústica y violín, y gradualmente se oscurece con la entrada de otros instrumentos, otorgando más fuerza a la interpretación.
Robe tiene la habilidad de describir los sentimientos con una delicadeza y carisma únicos. Solo él puede tocar la fibra adecuada con cada palabra y verso.
Análisis de cada canción:
- El hombre pájaro trata sobre perderse en los pensamientos y la desconexión del presente.
- Viajando por el interior aborda las tentaciones carnales y la lucha entre voluntad y deseo en la búsqueda de la felicidad.
- Nada que perder, la primera canción que escuchamos, es un acto de autoconvencimiento, un grito de confianza en sí mismo tras aprender de experiencias pasadas.
- A la orilla del río está llena de humor e ironía, con un tono alegre y melodioso.
- El poder del arte es una obra conmovedora que me emociona profundamente. Habla de encontrar su voz como artista, del poder del arte para salvarnos y de las etapas de su vida y su relación con la música.
- Haz que tiemble el suelo muestra su rechazo a las reglas y a las presiones externas. Defiende su derecho a tomar su propio tiempo y actuar a su manera.
- Puntos suspensivos es la reflexión sobre la autoexigencia de hacerlo bien al conocer a alguien, intentando no poner un final prematuro.
- Ininteligible parece un juicio final personal, donde hace un balance de su vida. La guitarra tenebrosa al final indica una conclusión oscura.
- Adiós cielo azul, llegó la tormenta describe un paisaje feliz que oscurece al final, cantado con una voz optimista que contrasta con la temática pesimista.
- Esto no está pasando nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad en el cambio.
La Banda:
Los miembros de la banda incluyen a Alberto Fuentes, Lorenzo González, Woody Amores, Carlitos Pérez, David Lerman y Álvaro Rodríguez Barroso.
Este año, asistí con mi hija a dos conciertos de Robe en Santander y Bilbao. Con tan solo 17 años, se emocionó hasta las lágrimas. La puesta en escena y la conexión entre los músicos es mágica; el sonido envolvente y la energía del público hacen de la experiencia algo único. Es un espectáculo que recomiendo totalmente, un viaje emocional de principio a fin.
Noelia Martínez
Roberto Iniesta es Extremoduro y Extremoduro es Roberto Iniesta. Es justo decir que los músicos que han arropado al placentino han dejado su impronta en las diferentes épocas artísticas que ha atravesado. Cómo no valorar la decisiva influencia que tuvo Iñaki Uoho Antón en el devenir musical de las canciones de Robe. Sin duda, en esos años se pusieron los cimientos de lo que hoy entendemos por Extremoduro, en toda su esencia. Sin embargo, me parece un error separar aquel Extremoduro del Robe actual. En mi opinión, es lo mismo. Es Roberto Iniesta, poeta que añade música a su obra para que llegue a más gente. Bien es cierto que lo que ahora conocemos como Robe empezó como un proyecto paralelo mientras el Extremoduro con Iñaki seguía en activo o, al menos, en stand by, nunca mejor dicho. Una válvula de escape para las composiciones más relajadas de Robe, a las que se añadieron elementos musicales menos habituales (que no inéditos) en su trayectoria artística. Pero, tras dos primeros discos y todo el follón de la fallida gira de despedida de Extremoduro, que se fue al traste por la pandemia (lagrimita), el proyecto de Robe sin Iñaki daba un hostiazo sobre la mesa con un terremoto musical llamado Mayeútica. En este relato no nos centraremos en esta obra maestra, pero sí mencionaré que en ese instante se produjo la fusión definitiva entre Extremoduro (pasado) y Robe (presente). Extremoduro seguía adelante, más vivo que nunca, cuando había sido matado y enterrado no hace mucho. Al escuchar Mayeútica entendí el porqué del final de la denominación Extremoduro y por qué Robe no quería seguir estirando la posibilidad de hacer una gira de “despedida”. Con algo como Mayeútica entre manos, es comprensible que el artista quisiera mostrar su obra. Le quemaba en las manos. Así pues, de la tristeza por el turbulento adiós de Extremoduro, pasé a la euforia que causó el huracán Mayéutica en mí. Tras presentarlo en una extensa gira, salpicada aún por los últimos coletazos de las limitaciones COVID, en mi cabeza revoloteaba una pregunta, ¿qué hay después de Mayeútica? Algo como el ¿qué hay después de la muerte? La muerte entendida como el haber alcanzado el cenit como artista, como creador. ¿Un vacío, quizás? Pues no. Roberto Iniesta nos volvió a dejar a todos perplejos, mostrando su buen momento vital compositivo, publicando un nuevo disco con el tradicional compendio de canciones independientes entre sí. Este nuevo capítulo en la historia de Robe se llama Se nos lleva el aire y es el motivo por el que estoy escribiendo estas líneas. Vamos con él.
Es paradójico que la formación musical más colectiva, más grupal y más asamblearia de la carrera de Robe lleve su nombre propio. Ellos mismos se denominan “Los Robe” porque son una banda a todos los efectos. Alguien que se acerque por primera vez a este proyecto puede pensar que se trata de Robe en solitario, a quién se agregan de forma artificial una serie de músicos profesionales contratados para interpretar sus composiciones. Nada más lejos de la realidad. Robe siempre fue un solitario con Extremoduro, un capitán de barco sin tripulación. A veces con algún segundo de a bordo de confianza, como fue Iñaki Uoho desde el Agila o Salo en los primeros discos. La primera vez en su carrera que forma una banda de verdad, donde todos los músicos tienen mucho peso e importantes tareas asignadas, es ahora. Y se nota, vaya si se nota. Alber, Carlitos, David, Álvaro, Lorenzo y Woody son unos músicos excepcionales, con una creatividad desbordante y que, siendo de muy diversas procedencias y edades, han encajado a la perfección, creando una máquina musical difícilmente igualable. A la habitual calidad letrística de Robe, se suma ahora un festival de melodías que juegan entre sí, interpretadas por el violín, la guitarra, el bajo, el piano, la batería y las voces. Una auténtica fantasía, con mucha base clásica, pero sobre todo con mucho gusto y un trabajo colectivo en el local de ensayo que se transmite en cada canción. Menuda banda que has juntado, Roberto. Mamma mia!
Centrándonos en este último trabajo, hay que decir que Se nos lleva el aire sirve como liberación musical de la banda, pudiendo afrontar diversas composiciones desde diferentes ángulos, imprimiendo un carácter individual a cada una de ellas. Al contrario de lo que sucede en Mayeútica, donde la canción manda y obliga a los músicos a volver una y otra vez al punto de partida, las nuevas canciones son libres e independientes y eso hace que sea más agradecido para muchos oídos, que están menos preparados para escuchar una obra densa que no puede ser fragmentada para ser entendida. “El hombre pájaro” es la forma lógica de empezar este disco, con la canción que da sentido al título y a la portada del mismo. Este tema nos lleva al estilo de los dos primeros discos de Robe. Un medio tiempo con melodías dulces y alegres, nadando entre versos que nos muestran al autor desnudando su vida y sus pensamientos. Pero cuidado, nada de relajarse. En la pista dos llega el primer terremoto con “Viajando por el interior”, un auténtico disparo de rock duro, con ritmos y riffs que no se escuchaban en una canción de Robe desde el Yo, minoría absoluta. El violín y el teclado dulcifican algunos pasajes, lo cual hace destacar aún más la parte bruta de la canción, dejándonos el eco de la frase “soy solo un hombre, los huevos pesan” retumbando en nuestro cerebro. El tercer corte fue el single del disco, si es que se puede llamar single a una canción de más de seis minutos. “Nada que perder” es una gran canción, de fácil escucha, lo cual se demuestra viendo que es la más reproducida de la banda en Spotify. Hablando de asumir los errores cometidos, la canción va creciendo sin parar, con un estribillo reconocible y casi coreable, algo poco habitual en las canciones de los últimos discos compuestos por Roberto Iniesta. A continuación, nos encontramos con “A la orilla del río”. Para mí la canción que menos destaca del disco. Quizá por ser demasiado bonita, tanto musical como letrísticamente. Cuestión de gustos, sin duda. Es en este momento cuando llega el punto culminante del disco con el quinto corte, titulado “El poder del arte”. Puedo parecer exagerado si digo que es la mejor canción jamás compuesta por Robe, incluyendo la época Extremoduro, pero es lo que pienso. Una genialidad. Nos recuerda al espíritu de Mayeútica, caminando durante más de nueve minutos por diferentes paisajes musicales, aunque en este caso no vuelve tantas veces al punto de partida. La canción avanza y avanza y se va adentrando en nuevos mundos. Para apreciar la canción en toda su inmensidad, te tienes que dejar llevar. Música y letra se ponen de acuerdo para hacerte sentir escalofríos casi en cada instante. Robe ha conseguido poner en palabras lo que sentimos muchas personas que vivimos en torno al mundo artístico, en cualquiera de sus variantes. “El poder del arte, bien nos pudiera salvar de una vida inerte, de una vida triste…” Pelos de punta. Después de un orgasmo, cuesta recomponerse y eso afecta a las canciones que vienen después si escuchas el disco del tirón. Sin embargo, son canciones de muy buena factura. “Haz que tiemble el suelo” empieza suave, pero rápido se viene arriba y se convierte en un buen cañonazo rock, muy del rollo de “Viajando por el interior”. Con “Puntos suspensivos” vuelve la dulzura y el violín hace de las suyas para ponernos de nuevo la piel de gallina. La canción crece como ninguna y termina muy arriba, con un final épico como pocos. “Ininteligible” se lanzó un año y medio antes del resto del disco, mostrando que la banda lleva trabajando en estas canciones desde hace mucho tiempo. Una canción oscura y contundente, que nos vuelve a recordar la época más cañera de Extremoduro. Nos acercamos al final del disco y aparece el noveno tema, titulado “Adiós, cielo azul, llegó la tormenta”. Con una estructura más sencilla, nos cuenta una historia que no sabemos si es divertida o triste. Mucha melodía que te llena el cuerpo de buen rollo. Para cerrar el disco, una inesperada marcianada. “Esto no está pasando” nos enlaza con el Robe más macarra y distendido. Sin tener nada que ver en lo musical, nos recuerda a finales de disco como “Me estoy quitando” o “Villancico del Rey de Extremadura”, que servían para poner un punto final ligero y cómico.
Llegamos al final del disco y solo queda decir que sí puedo responder a la pregunta que me hacía unas líneas atrás. ¿Qué hay después de Mayeútica? Después de Mayeútica hay mucho. Hay un discazo llamado Se nos lleva el aire que tiene el extraordinario mérito, durante los casi sesenta minutos que dura, de hacerme olvidar que Mayeútica es el mejor disco que he escuchado en mi vida. Gracias por todo, Robe.
Toño González Gallego