Lisabö por fin se han decidido a regresar, tras el largo silencio desde la publicación en el 2002 del EP Egun bat nonah. Ahora se presentan con una formación renovada, contando con un insólito line-up compuesto por 2 guitarras + bajo + 2 baterías + celo; esta singularidad, más allá del deseo de llamar la atención, nos sirve para darnos cuenta del espíritu de una banda que se pone a prueba a sí misma desde la base, para forzarse a investigar nuevas vías de expresión que implican caminar por estructuras sonoras todavía poco o nada exploradas.
Izkiriaturik aurkitu ditudan gurak (“Los deseos que he encontrado escritos”) aparece dentro de la colección Pil Pil sessions del sello vasco Metak, orientada a colaboraciones entre artistas; esto le brinda a Lisabö la oportunidad de ampliar sus ya de entrada vastos horizontes musicales. Sigue el gusto por el ruidismo de Unsane o Today is the day, la intensidad de Neurosis o Envy, la inquietud de Slint y el deseo de transgredir la barrera del sonido de Mogwai, pero ahora hay mucho más. Si antes nos costaba encasillar su estilo (¿post *core? ¿post metal? ¿post rock?), posiblemente ahora nos lo hayan puesto un poco más difícil. A esto se une el variado collage de idiomas que nos ofrecen los diferentes colaboradores: encontramos temas en euskera, inglés, francés o castellano.
El disco se abre con Ardoa eta odola , inquietante recitado de una voz femenina en una legua eslava difícil de reconocer, que seguirá en el ecuador y en el cierre del disco. A continuación, da paso a la triste voz de Anari entre la tormenta eléctrica de Iparroratza , que enlaza con el espíritu de ezarian, su primer álbum. Pero pronto nos topamos con De quoi teneir jusqu’à demain matin , donde la voz de Michel Cloup (Expérience) escupe el desencanto social arrastrada por el entramado que traza una asombrosa base rítmica. La intensidad va creciendo tema tras tema, alimentada por el ruido (de guitarras, de baterías, de sonidos de la calle, de artefactos sin identificar…), hasta llegar a estallidos como Deliberazio , fugaz trallazo de guitarras cortantes como sierras y percusiones furiosas. Pero aún se atreven a llevarnos más lejos: en la inmensa Ahora canción rota , Carlos Desastre canta, con deje casi aflamencado, una letra que es puro dolor. Y es en este momento cuando nos damos cuenta de la barrera idiomática que posiblemente nos impida disfrutar del disco en toda su plenitud: una deficiente distribución del album por estas tierras nos ha impedido hacernos con el original, en el que se incluyen traducciones de los textos. Pienso que es una verdadera lástima, sobre todo teniendo en cuenta el altísimo nivel literario de las letras de su primer trabajo.
En la recta final del disco, la tensión se relaja, algo que se agradece: en los temas anteriores no han tenido reparos en acercarnos a sentimientos que rozan el límite de lo tolerable. Así, se acercan al terreno de Manta Ray en la etérea Sueño mexicano.
En definitiva, nos encontramos ante un trabajo que ha cubierto plenamente lo esperado de una de las bandas más originales e innovadoras del panorama actual. Un disco lleno de desgarro, de frustración, de dolor, que nos recuerda la pequeñez de los seres humanos, meros muñecos arrastrados por la fuerza de la marea social y mermados por las limitaciones y las ataduras que nos impone nuestra propia naturaleza, rendidos a la dictadura de unos sentimientos que, aunque intentemos someterlos, se encuentran fuera de nuestro control.
Que sigan así, realmente hay muy pocos a su nivel.
Comentario por David Boring
Fotografía por LISABÖ