Hace más de diez años que conocimos a Dako y su música, y ahora que llega su primer disco en solitario me encuentro meditando sobre cómo la vida avanza en círculos. Dako ha estado al frente de bandas de Post-punk, de Brit-Pop, de Techno-pop, e incluso, aunque no le guste tanto acordarse de ello, llegó a ser el frontman de una banda de metal, pero durante este tiempo, cómo la constante de la que hablaba Farady en la isla de perdidos, su música de autor no ha dejado de estar presente. A veces más cercana a lo que veíamos en los escenarios, a veces como un lugar donde refugiarse y seguir componiendo temas que no encajaban en los proyectos en los que estaba metido.
Ha pasado el tiempo, y nos ha herido a todos. Las canciones del sótano son más reflexivas y oscuras; hay diez años de distancia desde aquella Claire del cd del certamen de música joven, que se presenta ahora como inocente y naif, ante un disco tan maduro y trabajado. Sin embargo, las mismas influencias siguen vertebrando su carrera, Chris Isaak, Roy Orbison, el Elvis más intimista, todos se cuelan en un disco sorprendentemente americano, para alguien que siempre se ha considerado muy cercano a los sonidos británicos.
El disco está arreglado y producido por la experta mano de Fernando Macaya (Los Deltonos / Chicktones), que hace crecer las canciones con detalles de pedal steel, guitarras, banjos, dobros y percusiones varias. El arte corre a cargo de Maria José Arce incluyendo las fotos realizadas por la musa de Dako; Margot Sowinska.
En conjunto podemos decir que Dako ha grabado por fin el disco en solitario que andaba buscando durante todos estos años, en el que se reconocen todas sus señas de identidad pero también en el que con más mesura ha sabido utilizar la expresividad de su voz, para regalarnos esta colección de memorables historias.
Comentario por Oskar Sánchez
Fotografía por DAKO DÉJÀ VU