Si hablamos de Flying Colors todo a todo el mundo le vendrá a la cabeza uno de los supergrupos de más éxito de los últimos tiempos, formado por Steve y Neal Morse, Dave LaRue y Mike Portnoy. Lo que mucha gente no sabrá es el origen de su nombre, que en inglés significa “gran éxito” o “victoria”. El término en sí tiene un origen náutico y procede de cuando los barcos volvían victoriosos de una batalla, con todas las banderas de colores arriadas y ondeando al viento. Pues bien, este término metafórico es perfectamente aplicable al nuevo disco de la banda, Second Nature, ya que encumbra aun más el proyecto que empezaron en 2012 con su álbum homónimo.
En Second Nature nos encontramos con un panorama algo diferente a su trabajo anterior en el que había gran variedad de estilos y las canciones eran bastante diferentes entre sí. En este caso parece que todos los temas han sido concebidos con un denominador estilístico común, aunque es obvio que cada una muestra sus propios rasgos distintivos: desde las canciones más melódicas dominadas por pianos y sintetizadores, a otras más movidas basadas en melodías de guitarra eléctrica o incluso con coros gospel.
Otro de los factores que tengo que resaltar, y que es totalmente subjetivo, es que parece que han conseguido componer un disco redondo y cerrado sobre sí mismo. Quizá que la primera y últimas canciones sean extensas y sinfónicas haya ayudado a crearme esta impresión, pero también está basada en que aprecio una mayor madurez como banda, comparando con el disco anterior. Es por ello que el disco en sí se hace corto, pese a durar 65 minutos, porque está lleno de la magia progresiva de estos genios.
Puede sonar a tópico, pero en mi modesta opinión, Second Nature constituye el comienzo de una nueva era de Flying Colors, ya como una superbanda consolidada.
Comentario por Phicau
Fotografía por FLYING COLORS