Siempre ha habido buenas bandas en esta parte del mundo en la que nos ha tocado vivir, pero hasta no hace tanto tiempo en muchísimas ocasiones teníamos que reconocer que los discos españoles tendían a ser considerados algún peldaño por debajo de los que nos llegaban de fuera. En la mayoría de las ocasiones no era culpa de las bandas, si no de que el entramado que rodea al rock es en este país más joven que en otros y ha tardado en consolidarse. Sin embargo en los últimos años las distancias se han acortado en todos los sentidos y hemos visto como la producciones, las promociones, el arte de los discos, las giras y los festivales tienen cada vez menos que envidiar a los de fuera. Angelus Apatrida son un claro ejemplo de ese tipo de bandas que nos están ayudando a proclamar, ahora más de verdad, aquello de “Ya somos europeos”.
Angelus Apatrida no salen de la nada. Para cuando el gigante Century Media fijó sus ojos en los de Albacete estos ya llevaban dos grandes albumes a las espaldas y defendian el sonido Thrash Metal cuando aun no había empezado esta ola de revival Neo-Thrash. El aumento de inversión y las experiencias vividas en estos últimos años han ido sin embargo redefiniendo su sonido, que sigue sin apartarse de sus raices pero ha ganado en personalidad. Siguen teniendo muchos elementos clásicos, pero ahora se hace más dificil encontrar correspondencias tan directas.
Hidden Evolution es un trabajo muy sólido, técnico, con momentos muy rápidos y buenos contrapuntos melódicos, con variedad de recursos desde el acelerado incio de Immortal hasta el desarrollado final de Hidden Evolution.
No se si mejor o peor que sus dos antecesores. No importa. Es otro buen conjunto de canciones a la altura de muchos grandes. Otro pasito en una carrera sin sobresaltos pero siempre hacia adelante. El propósito de la banda no es buscar nuevas fronteras en la música, si no repartir buen thrash metal y eso lo hacen de cojones. En definitiva, no sorprende ni defrauda, pero suena que atruena.
Comentario por Oskar Sánchez
Fotografía por ANGELUS APATRIDA