Conocí a Beardfish hayá por el 2008 cuando su disco Sleeping in Traffic Part 2 fué elegido como el segundo mejor disco de progresivo del año en la (desgraciadamente) desaparecida lista de correo “La caja de Música” (todavía está viva la web donde se recogen todos los números de la misma desde 1997 hasta el 2012, año en que publicó su número 1000 y su despedida). En cuanto escuché el primer tema de aquel disco, “Into the Night”, caí rendido al grupo hasta el día de hoy.
La música de Beardfish se podría etiquetar como neoprog, lo que viene a ser música con muchas influencias de la música progresiva de los 70, (Frank Zappa, King Crimson, Jethro Tull, Genesis…) y una producción musical bastante retro.
El líder del grupo, Rikard Sjöblom, además de ser el cantante, teclista y guitarrista de la banda, es uno de los compositores más prolíficos que conozco. Con Beardfish lleva 8 discos de estudio en los últimos 12 años, uno de ellos doble, pero además ha tenido tiempo para sacar otros dos discos con su proyecto en solitario, Gungfly y colaborar con The Tangent o últimamente con Big Big Train en sus giras. Esta cantidad de actividad podría hacer pensar que sus trabajos no tienen el suficiente mimo… nada más lejos de la realidad. Es cierto que yo soy un entregado a su causa, pero en mi opinión no es que no tengan ningún disco malo, es que no tienen ni una canción mala.
Una muestra de la solidez de la banda es que su formación no ha cambiado desde el primer disco (exceptuando que en dicho disco había un quinto miembro que se fue en el 2003). Supongo que dicha estabilidad facilite la increíble velocidad de composición, preparación y grabación de los discos, simultaneando los conciertos e incluso en los últimos años haciendo giras con gente muy importante dentro del panorama progresivo como The Tangent, Pain of Salvation, Flying Colors, Spock’s Beard o Neal Morse.
Además, como tuvimos la fortuna de comprobar los que les vimos en Peralta en el Minnuendo Fest del 2012, sus directos son muy intensos, muy alejados del control y comedimiento que muy habitualmente se busca en el rock progresivo. En momentos determinados tienen un punto macarra y sucio, un poco al borde del caos pero que manejan de forma magistral y que te hacen mantener la atención constantemente.
Entrando al disco en sí, una vez más, estos chavales no me han defraudado lo más mínimo. Está lleno de momentos sublimes, teclados clásicos (pianos, hammonds, rhodes, mellotrones, moogs…), melodías maravillosas y muchas sorpresas musicales. Es increíble la facilidad que tiene Sjöblom para ir fluyendo a través de mil cambios armónicos sin que nada dé la sensación de estar hecho “por la cara”.
Además de todo esto, como suele ser habitual con este grupo, el disco me ha parecido muy redondo, con elementos melódicos que van apareciendo y repitiéndose con variaciones a lo largo de todo el disco y una canción de cierre preciosa que lo remata de forma magistral. Este último tema tiene un videoclip muy sencillo con la letra que podéis encontrar facilmente en youtube.
Finalmente, como creo que una escucha vale más que mil palabras os recomiendo pinchar en el enlace inferior para escuchar “If We Must Be Apart (A Love Story Continued) el tema que más me gusta, el más largo del disco, muy variadito, que además tiene uno de esos guiños que tanto me gustan en esta banda ya que como su título indica, es la continuación de “A Love Story”, primer tema y principal elemento melódico de su disco doble “The Sane Day” del 2006. Además de esto considero que es un compendio de uso y disfrute del órgano Hammond, muy al estilo de los grandísimos organistas de los 70. El estilo que tiene Sjöblom con este instrumento siempre me ha recordado mucho a Jethro Tull.
Si os gusta el estilo y le dais una oportunidad en esta época de consumo convulsivo e inmediato de música, estoy convencido de que este disco os proporcionará unos buenos momentos de disfrute.
Comentario por Javier Prieto
Fotografía por BEARDFISH