BEST FEST WORST NAME: Nuestro viaje a Barcelona ha sido tan express que no nos ha dado tiempo ni de acercarnos a la Sagrada Familia, eso si, nos las hemos gozado pero mucho de cada concierto en el Poble Espanyol.
El Be Prog se está erigiendo como uno de los festivales más interesantes y personales de todo el panorama. El cartel de la anterior edición fue un auténtico sueño (Meshuggah, Camel, Katatonia, Devin Townsend, Riverside, Haken, Ihsahn, Leprous…) y nos quedamos con tantas ganas que este año, en cuanto se confirmaron los primeros nombres, comenzamos a organizar la agenda para que no se nos escapase. En principio el festival duraba sólo un día, pero la fiesta de presentación tenía un motivo por el que merecía la pena alargar el viaje y convertirle en fin de semana: OBSIDIAN KINGDOM. Os cuento esto para que entendáis la rabia que nos dio darnos cuenta paulatinamente de que no íbamos a poder verles. Dicha fiesta iba a tener lugar en la sala Apolo, así que, sabiendo que nuestro vuelo salía a media tarde pillamos el alojamiento justo al lado, cruzando los dedos por que la organización les pusiese lo más tarde posible.
Las buenas noticias fueron que la venta de entradas iba muy bien y Madness decidió ampliar la oferta del primer día con otras dos bandas. Las buenísimas noticias eran que se incluía a IAMTHEMORNING, cuyo disco “Lighthouse” ha estado sonando insistemente en casa desde que se publicó. Echando el resto se decidió trasladar todo al escenario central en el Poble Espanyol. La serie de castastróficas desdichas empezó para nosotros a partir de ese momento: Vueling se retrasó más de una hora, nos obligaron a facturar el equipaje porque en cabina no entraba más y el cambio de ubicación sumó aun más minutaje a nuestro retraso haciendo que nos perdiésemos no sólo a Obsidian Kingdom y a IAMTHEMORNING, si no también Agent Fresco (y a Exxasens, claro, que eran la banda encargada de la apertura). Con cierta resignación disfrutamos de Pineapple Thief que cerraban la noche; un grupo que conozco desde sus inicios y que siempre me han sonado muy bonito y muy bien hecho, pero sin llegarme a enganchar, en cierta medida me suenan un poco a unos Anathema con un aire más rock, muy ingleses muy elegantes, pero un pelín faltos de potencia para mi gusto. Tengo que decir que en su directo suena todo tan redondo como en sus álbumes pero con mucha más energía, así que pese a la bajona lo pasamos bien viéndoles.
Una de las pocas cosas que se puede reprochar a la gran organización del festi es que el horario de apertura de puertas iba muy ajustado con el incio de las actuaciones. Como ya habíamos leído alguna queja al respecto nos plantamos en la puerta con más de media hora de adelanto. El filtro de entrada hizo que nos perdiésemos dos temas de The Gentle Storm. Entré a la plaza mayor blasfemando contra santos que ni conocía, pero enseguida la mala leche se volvió inmensa alegría al descubrir que Anneke estaba acompañada por Marcela Bovio como voz de apoyo, completándose la banda con músicos de Agua de Annique y Stream of Passion. Como me es absolutamente imposible ser objetivo, en este punto os diré que fue tan emocionante que la mayor parte del tiempo nos olvidamos del gran hueco que siempre deja Arjen cuando monta un proyecto y luego no gira con él. Anneke y Marcela se partieron el alma contra un sol de justicia con una amplia sonrisa en la boca y sin pinchar una nota pese a estar evidentemente al borde del desmayo. (Oh my god… and I brought my black pants! Call me a pussy, I need a break). En el repertorio guiñaron a The Gathering, a Devin Townsend y a Ayreon. No se puede pedir más.
Este 2016 ha sido una auténtica locura por motivos de curro y familiares. A duras penas he conseguido mantener el programa y la web en pie, así que no he tenido mucho tiempo para escuchar mucha más música fuera de las rutinas y la inercia. Íbamos un poco a ciegas con algunas bandas y “Between the Buried and me” eran una de ellas. Sí, sí, lo se. Son ya unos míticos. Os les he oído nombrar mil veces, pero que quieres que te diga, la vida no da para más y algunos grupos se te escapan. Me pareció muy interesante su mezcla de sonidos metalcore con partes netamente progresivas, a veces me parecían un Haken meets As I Lay Dying si se me permite la burrada. Tengo que decir que si no terminé de zambullirme en su concierto fue seguramente por culpa de falta de background, ellos estuvieron muy enérgicos, muy técnicos y con unas partes melódicas muy curradas y bien ejecutadas, pero su música es un locurón bueno y así de primeras cuesta algo conectar. Estoy dándole unas vueltas a “Coma Eliptic” ahora y me parece un discazo.
Con Magma en cambio la cosa fue bien distinta. Tampoco estaba al día con esta peña, pero precisamente una entrevista con Obsidian Kingdom que leí hace unos meses me dio la pista para despertar mi interés e investigar. Por si hay por ahí alguien que tampoco esté muy puesto os explico: Magma es la banda de Christian Vander (Batería) con sus idas y venidas y sus decenas de cambios de formación Magma ha estado en activo más de tres décadas y media. El concepto de magma está basado en la ciencia ficción, contando la historia de un grupo de humanos enviados a colonizar el planeta Kobaïa y la posterior lucha con los habitantes originales de dicho lugar. Para narrar todo esto Vander se inventa el lenguaje Kobaïano y compone una música que se puede definir, sin entrar en tecnicismos como “Rara-de-cojones”. Bebe del rock, de la psicodelia y el jazz y también (mucho) de los compositores dodécafónicos y en general de toda la vanguardia musical de principios del S.XX. Resultaron absolutamente hipnóticos, si llegabas a conectar corrías el peligro de caer en trance y bucle infinito. La propuesta más arriesgada y rupturista del festival fue de la mano de estos señores y no hay más que hablar, lo cual, teniendo en cuenta que se formaron en el 69 te deja un poco roto.
De hecho, una de las primeras cosas que hizo Miguelito Akerfeldt al pisar el escenario del Be Prog fue rendir pleitesía a Magma. En sus palabras “No se si entendéis lo impactante que es tocar después de Magma, si esto fuesen los setenta ellos serían Led Zeppelin y nosotros The Monkies. Los monólogos son ya un clásico del show de Opeth, y en esta ocasión, sabiendo que contaba con tiempo de sobra se regaló a gusto bromeando sobre Steven Wilson “The greatest diva of us all: He is a tea drinker” o vacilándonos sobre presentar algo que iba a ir incluido en el nuevo disco Sorceress para, una vez que estábamos todxs cámara en mano tocar un “La menor”.
Chorradas aparte Opeth salió por donde nadie pensaba, haciendo lo que viene siendo su repertorio de festivales de los últimos años, ya que si bien en las giras de presentación de los discos han ido apartando los guturales, en los festis si han tirado de material antiguo para “keep the audience nice (sic.)”. El tema es que estábamos en un festival progresivo y muchos pensábamos que iban a decantar la balanza de ese lado e incluso soñábamos con que pudiese colarse un tema de Storm Corrosion. Nada que ver. Aquello fue un poco como la segunda parte del DVD del Royal Albert Hall, con mucha presencia de toda su etapa intermedia e incluso algún guiño aun más añejo como “Demon of the Fall”, por ejemplo. Nada que objetar y todo maravilloso, como siempre, claro. Son una de las bandas más solventes que existen y al parecer los reyes del merchandising y favoritos de gran parte del público congregado. Tenemos gran intriga por lo que está por venir y que te pique ese gusanillo de “que será” con una banda tan longeva es síntoma de que indudablemente les quedan cosas por contar.
Pero si hubo un nombre en el cartel que hizo que nos decidiésemos por este festival y no otro fue Steven Wilson, que era hasta el momento nuestra gran cuenta pendiente. Después de seguir durante muchos años con interés y admiración su carrera con Porcupine Tree, Blackfield y de más es en estos dos últimos álbumes en solitario cuando ya ha roto todas las barreras y los moldes para convertirse, en nuestra opinión, en un genio absoluto, más allá de cualquier etiqueta o estilo. En el concierto citó a Prince o a Bowie como admirados que se habían marchado este pasado año, incluso le dedicó su Lazarus a este último. Bien; a ese nivel me refiero. A los que dejan marca sobre todos los demás. El grado de incidencia sobre la cultura de masas es evidentemente menor, pero eso no es culpa de Wilson, si no de la propia masa (no Hulk, la gente) y de quienes manejan lo que les debe gustar y lo que no. El talento y las grandes obras de arte están ahí, las quiera apreciar el público o no. Dicho todo esto, supongo que no hacen falta muchas más pistas para transmitiros la idea de que lo visto pasó inmediatamente a la categoría “mejores conciertos de mi vida” y es que Wilson ofrece una experiencia que va mucho más allá de lo musical. El uso de los visuales, la calidad de todos los miembros de la banda y el preciosismo de cada detalle consiguieron que en algunos momentos todo el público guardase un silencio casi místico.
Después del cabeza de cartel tocaba el turno de lo que viene llamándose entre los promotores “Close Down Band”, osea, un último concierto de una banda más pequeña que sirve para que el grupo “más importante” toque a la mejor hora y también para que la salida del festival se produzca de manera progresiva (nudge nudge wink wink). No tenía ninguna expectativa con Textures, ni buena ni mala. Sólo las palabras de uno de mis acompañantes de viaje que me dijo que eran muy buenos e hizo que me despertase el interés suficiente como para no rendirnos al cansancio y esperar a su concierto cumpliendo nuestra máxima de nunca despreciar al telonero porque puede ser tu próxima banda favorita. Bueno, pues sí. Indudablemente no se donde hemos estado metidos todo este tiempo porque esta peña mola mucho. El concepto de “progresivo” del festival es bastante amplio, de hecho se podría decir que se balancea más hacia el metal que hacia el rock sinfónico progresivo de libro y en esta primera categoría podrían entrar Textures, con un pie en el metal más moderno y otro abierto a incluir atmósferas y puentes con mucha riqueza de recursos que les saca del “chun-chun y todo palante”. Uno de los puntos más fuertes es la voz, con mucha expresividad tanto en las partes rasgadas y guturales como en las más melódicas. Pese a que alguna gente si que marchó del recinto al finalizar Wilson otra gran parte se quedó a disfrutar y se formó en las primeras filas el primer y último pogo del día con la peña motivadísima dándolo todísimo conscientes de que aquello se acababa y era la última oportunidad de pasarlo bien.
Con la reventada encima volvimos comentando que el BE PROG nos ha traido momentos inolvidables que premanecerán por siempre en la retina, y que aunque al final nos ha salido por un pico (entrada, vuelo, alojamiento, transportes, comidas y bebidas) ha merecido la pena cada euro gastado en respaldar esta iniciativa y este cartel arriesgado y valiente.
Crónica por Oskar Sánchez, fotos por Oskar Sánchez.