EN MI CABEZA CONSTANTE ESTÁS: Pentación Espectáculos nos acerca hasta Torrelavega una de las representaciones estrella del sesenta Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Una obra que funciona ahora igual de bien como lo hizo en su momento histórico.
Este fin de semana pasado nos acercamos al TMCE a ver una de esas obras clásicas que tanto nos gustan. La adaptación de una de las once comedias que aun se conservan de Aristófanes, que fue escrita hacia el año 380 antes de nuestra era, “Pluto”.
Sobre el escenario nos encontramos a Cario, un hombre libre que ha decidido convertirse en esclavo para así al menos tener algo que llevarse a la boca, un hombre libre agradecido de su suerte, que sabe que tiene que servir bien para no volver a ser libre, pero pobre. Cremilo, el amo, por su parte es un hombre justo que busca el consejo del oráculo para salir de su mala situación. El consejo recibido lleva a Cremilo a seguir al primer hombre que encuentra en la calle, que resulta ser el diós de la riqueza, cegado por Zeus para que reparta sus bienes entre los hombres sin ningún criterio moral. Cuando Cremilo restituye la visión de Pluto con un ungüento, la situación social se da la vuelta en Atenas. Los pobres tienen garantizado su sustento y mientras los ricos y la diosa pobreza se quejan, unos porque les han despojado de parte de sus bienes y privilegios y la otra porque se ha trastocado el orden “natural” de las cosas abocando a la humanidad al desastre ya que en su opinión, sin necesidad nadie trabajará y por tanto todos acabarán en la miseria.
En este contexto la versión de Emilio Hernández incluye sin mayor problema elementos contemporaneos, convierte a Pluto en un poble bluesman que canta sus penas por las calles y a los pobres en indignados, reunidos en la plaza que gritan consignas que funcionan igual ahora que como lo hubiesen hecho en la Grecia de hace más de dos milenios.
Los clásicos perviven porque analizada en profundidad la sociedad no ha cambiado tanto. El orden social es similar y los sentimientos que nos provoca también. El camino es lento y la lucha larga, tan larga que nos vemos fielmente reflejados en textos así de antiguos.
No me voy a entretener mucho en comentar la escenografía pero si diré de que fue sencilla pero muy efectiva, con elementos modernos como interpretar varios personajes con el mismo actor o el cambio de maquillaje en el propio escenario y también reminiscencias clásicas como el uso de máscaras. En cuanto a las interpretaciones, lo habitual de cualquier obra que nos llegue directamente desde el Festival de Mérida, teatro de primerísima clase, destacando a Javier Gurruchaga como Pluto y la Pobreza, que encaja con gran sabiduría su habitual histrionismo para diferenciar a sus dos personajes.
Cuando te acercas a un espectáculo y un escritor, músico o pintor te cuenta la realidad desde su mirada, sales reforzado, con la visión ampliada. Pensaba al salir en las historias que nos cuentan estos días las noticias. Me entraba la risa floja al pensar en la comentada deuda que Grecia tiene con Europa. El día que a los griegos les de por poner precio a todo lo que han aportado a la historia del viejo continente y por tanto de la humanidad a lo mejor resulta que la balanza se da la vuelta. Cuestión de perspectiva. El teatro, por ejemplo… ¿En cuanto le valoramos?
Crónica por Oskar Sánchez, fotos por Jero Morales.