Ayer nos pasamos el día en Bilbao, para vivir los últimos coletazos de la Aste Nagusia, unas fiestas que siempre me han parecido un modelo a imitar por su caracter participativo, popular y reivindicativo. Despues de pasar la mañana de cañas y pintxos nos acercamos al Guggenheim, un poco a ciegas, la verdad, porque no teníamos mucha idea de lo que había expuesto.
Nos encontramos con una interesante retrospectiva del arte moderno en China, enmarcada entre la guerra fría y los juegos olímpicos de Pekín y tomando como punto clave la masacre de Tiananmen, una perspectiva que consigue sacudir un poco nuestro etnocentrísmo y nos ayuda a intentar mirar el mundo desde otros prismas.
Pero la expo que realmente nos dejó boquiabiertos y la que me ha impulsado a escribir esta pequeña recomendación fue la de Joana Vasconcelos, a la que supongo que algunxs conoceréis y otros no. Esto va dirigido más bien a quienes no, para ver si conseguimos animaros a que os acerquéis a sorprenderos como nos pasó a nosotros.
Como somos fans de Moonspell y enamorados de Portugal entramos ya con buena disposición, pero se nos abrió aún más el apetito al descubrir que la muestra llevaba por nombre “Soy tu Espejo”, en homenaje a Nico y The Velvet Underground.
Entrando así a ciegas os puedo decir que el arte de Joana tiene dos momentos, en un primer vistazo te encuentras con esculturas descomunales, que representan objetos cotidianos, como un antifaz, unos zapatos, una cama, o una enorme lámpara. Cuando te acercas a examinar cada obra descubres que están construidas con objetos también cotidianos pero con relativa distancia entre ambos, como cacerolas de cocina, tenedores de plástico o tampones. Ahí empieza el juego, en establecer o descubrir las relaciones entre ambos objetos. Paseando por la exposición nos maravillamos al ver unas sencillas planchas de ropa transformadas en una especie de planta mecanizada que parece sacada de una película de ciencia ficción de los años cincuenta, o cómo convierte un helicóptero en un adorable peluche que haría las delicias de cualquier fan de la Barbie. Una de mis favoritas es un motocarro con el que peregrinó hacia Fátima comprando estatuillas manufacturadas en serie de la Virgen, para reflexionar sobre el capitalismo y la devoción religiosa.
El Guggenheim siempre causa sensaciones encontradas y poderosas, en nuestro paseo, mientras algunos estudiantes de arte tomaban apuntes en sus cuadernos, escuchamos a una argentina suspirar en voz alta “He visto museos de mierda, pero como este ninguno”. Sin embargo estoy casi seguro de la expo de Joana Vasconcelos es de las que pueden tocar los sentimientos de todo el mundo, son objetos grandiosos, que entran por los ojos de cualquiera y que sin embargo llevan consigo una fina reflexión que te aleja en segunda instancia de tu impresión inicial.