UN GRUPO CON MAYUSCULAS: La última gira de Wilco les lleva a escenarios selectos como el Kursaal de San Sebastián. Nuestro amigo Hector estuvo allí y le hemos convencido para que os lo cuente.
El jueves asistimos al concierto de Wilco en el Kursaal de San Sebastián. La cita llegaba con unas críticas sensacionales de sus conciertos en Madrid y Barcelona: lo mejor del año, el mejor grupo del momento, apoteosis, genialidad… eran los comentarios que se repetían en las diferentes crónicas.
La cita prometía, y más teniendo en cuenta la característica música de los de Chicago, y la posibilidad de verles en un teatro, con una acústica sensacional y un planteamiento espectacular. Premonitorio fue el hecho de que antes del concierto nos encontrásemos con un simpático John Stirratt, quien nos comentaba lo que les gustaba tocar en España (como dijo Tweedy días antes, “nos gusta tocar en aquí porque a los españoles les gustan las canciones tristes, y a nosotros nos encanta tocarlas”) y nos adelantaba que la prueba de sonido había sido fantástica y todo sonaba a la perfección.
Así que llegó la hora y entramos. Fila 3. Centro. Un escenario repleto de instrumentos. Sobrio (es conocido que Wilco son partidarios de dar importancia a la música, y mucho menos a la puesta en escena). Lámparas por todos lados. Calidez.
Y comienza Jonathan Wilson. Gran elección de telonero, música a medio camino entre el folk americano y la psicodelia, con pasajes instrumentales brillantísimos y tintes jazzys. Por instantes uno creía sentirse en el centro del cañón del colorado, consumiendo peyote junto a Frank Zappa. Duración perfecta (unos 35 minutos), y como curiosidad, Pat Sansone (Wilco) tocó con ellos los dos primeros temas a la guitarra acústica y coros (lo hace en todos los conciertos de la gira). Bien, ya teníamos el entrante perfecto, y tocaba el plato principal.
20 minutos después aparecían Wilco en escena. La primera parte del concierto fue, como acostumbran, un ejercicio de concentración y perfección. Interpretaciones brillantes, detalles milimétricamente ajustados, y un sonido perfecto. Podías escuchar perfectamente cada uno de los numerosos instrumentos que había sobre el escenario (5 teclados, sintes, infinidad de guitarras, lapsteels, batería con decenas de elementos como crótalos en diferentes afinaciones, arcos de violín…), donde fueron desgranando algunos temas de su último disco entrelazados con otros relativamente (como siempre ocurre con estos tipos) tranquilos de sus álbumes anteriores. A partir de ahí, los de Chicago se fueron relajando, y disfrutando cada vez más, sus semblantes se tornaban sonrientes, buscaban la complicidad, disfrutaban de cualquier detalle… y ya fue algo demasiado complejo como para poder plasmarlo con palabras. Mención especial una impresionante y especialmente emotiva interpretación de Via Chicago, con esas partes de caos absoluto en las que Tweedy y Stirratt continúan impasibles con sus sibilinas melodías. En este moemnto, el final de cada canción ya era una ovación en la que el teatro estaba en pie, entregado, y los músicos ruborizados pedían silencio para poder seguir con el repertorio. El éxtasis final colectivo llegaría con los bises: Impossible Germany, Shot in the Arm, Heavy Metal Drummer y The Lonely One.
Da igual que uno por uno sean unos virtuosos como la copa de un pino. Da igual que lo formen un batería capaz de hacer música con todos sus elementos el solo, un bajista que tiene más feeling que nadie, un guitarra/teclista que siempre sabe dónde poner la nota perfecta, y donde hacer silencio, un teclista con programaciones perfectas, un guitarrista solista espectacular y muy particular, o un “no cantante” excelente que transmite con su voz como nadie. Da igual porque detrás de todo eso, hay mucho más. Detrás hay un GRUPO que está al servicio de las canciones. De una manera muy grande y personal de hacer canciones. Con una búsqueda infinita por la perfección en los ambientes, en las intensidades, manejando con maestría la dinámica, envolviendo el ambiente con infinitos detalles que se percibían a la perfección, y con esa complicidad que únicamente UN GRUPO es capaz de transmitir.
Algo más de dos horas de perfección musical tras las cuales, los afortunados asistentes, nos fuimos con la certeza de haber visto algo único en el mejor emplazamiento posible.
Crónica por Hector Gárate, fotos por Hector Gárate.