Personalidad ante todo: Después de los dos conciertos del Cormorán, en el Santa Fe hemos podido disfrutar de The Plains más en familia
Cada jueves noche, por fuera del Santa Fe se escucha un sonido que viene de dentro, así como de música en directo. Ayer no fue menos y asistimos al concierto de The Plains. Era la segunda vez que les veíamos, íbamos sobre seguro. Ya los disfrutamos a nivel general, así que esta vez intentamos deleitarnos más con los detalles, que son muchos y muy buenos.
La banda, formada en 2009, la integran 5 componentes. Como no podría ser de otra manera, empezaré por la cantante, Natalie, poseedora de una voz muy agradable y un inglés al nivel de “la mía persona”, se sumerge perfectamente con el resto de los instrumentos. Al bajo de 5 cuerdas y sin trastes está Estirado, que pese a su pseudónimo, toca con una suavidad espectacular, muy cercana al nirvana (sí, estoy escuchando Rape Me). Lara se ocupa de los teclados, dándole envolvencia en unas canciones, llevando la batuta en otras, y de unos magníficos coros, combinados a la perfección con la voz principal. El encargado de la batería es Luís, “leñador” de profesión, con ritmos contundentes y transiciones de todos los colores. Y por último, Ramón a la guitarra, qué decir de él que no se haya dicho ya. Con más pedales que dedos en los pies, un repertorio de solos extremadamente buenísimo y una guitarra “muy muy fea”, Ramón […]. Sí, no voy a hablar de Ramón, el que ya le ha visto y escuchado tocar no necesita ninguna explicación, y el que no, pues ya tiene deberes.
Este quinteto toca bajo influencias principalmente de rock y blues, con toques fantasmagóricos, solos árabes, batería muy dura, y ritmos unas veces lentos y otras cañeros. Despliegan una música tan agradable al oído, que difícilmente se encontrará alguien, sea del estilo que sea, que no disfrute con ellos. Hasta el mismísimo Teo (mi padre, anclado en el rock de los 60’s y 70’s) les tacharía de muy buenos. Me gustaría resaltar la compenetración entre Ramón (guitarra) y Luís (batería) -sin olvidarnos nunca del bajo- que se marcaron unas ¿improvisaciones? dignas de los más grandes, estuvieron a punto de enrollarse (musicalmente), y al final hicieron al resto de la banda unirse a ellos, para acabar con el concierto como se deben acabar los conciertos: EN LA CIMA.
Quizá hubo alguien que pensó que tocaron pocas canciones, pero seguramente fue porque no se dio cuenta de que cada canción poseía varias en su interior, y debido a esa variedad, pese a su larga duración (estuvieron deleitándonos cerca de hora y media, con descanso) en ningún momento se hicieron pesadas, ni mucho menos. Además, de toda la vida se ha dicho que frente a cantidad, CALIDAD, y creo que todos los que asistieron ayer al concierto, coincidirán conmigo que lo que es CALIDAD, les sobra.
Crónica por Alvoroto, fotos por .
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