La semana pasada con los organizadores de Imavega en el estudio y los micrófonos cerrados les hice una broma al respecto. Esta semana se nos muere Stan Lee y no os da tiempo a organizarle un memorial. Mira tú. No es tanta casualidad, estábamos esperando que sucediese en cualquier momento, porque la vida dura lo que dura, y 95 años son más de lo que el más optimista puede esperar.
Recuerdo como si fuese hoy la mañana en la que mi madre me llevó al hospital y pasé por delante del kiosko en el que vi los primeros comics de Marvel. Recuerdo cuando estuve enfermo y un vecino me prestó los suyos. Lo recuerdo muy bien, porque aun están en mi estantería, él ya era “mayor para esas cosas” y nunca los quiso de vuelta.
A partir de ese momento, y como tantos otros que leéis esto, la casa de las ideas siempre estuvo en mi vida, como en la vuestra. Hay personas que crean un impacto tan grande que es imposible escapar de él.
Su muerte me ha pillado recien salido de Nexus 4, y al llegar a casa mi hija que no sabe nada aún me ha pedido que la lea un Spiderman.
Pero no vamos a enrollarnos ni a ponernos lacrimógenos. Todo el mundo tiene que morir. Hoy termina una época. Una época tan increible, que cuando pasen los años, nos costará creer que un día sucedió de verdad.