EL MALO DE LA PELÍCULA: Un abogado que trabaja para una agencia inmobiliaria, viaja con la intención de firmar un contrato con el alcalde de una zona rural con el objetivo de convertirla en un polígono industrial. Gracias a Pla nos metemos en la cabeza del abogado…
Nuestra segunda visita al teatro municipal de Torre nos llevó a la zona de gallinero, nos ubicamos allí para poder probar desde todos los sitios y contaros como se ve desde los laterales. Bueno, esto es mentira, vale, nos ubicamos allí porque cuando fuimos a por las entradas ya no quedaban de las buenas, y se ve un poco incómodo, la verdad.
Es la tercera vez que veo en directo a Albert Pla. La primera fue hace ya unos cuantos años, recién publicado Supone Fonollosa, en un increible concierto en el Rockambole de Santander, en el que Albert actuaba en solitario, con su guitarra, y algunos playbacks disparados directamente desde un radiocassete. La segunda fue en el Royal, creo recordar que el grupo telonero era La Humera, presentando su nunca suficientemente valorado Rai, y Albert vino acompañado del guitarrista de Jaleo, Diego Cortés, para ofrecer un espectáculo mitad flamenco mitad Pla. Tras estos dos precedentes y sabiendo que en esta ocasión había montado un espectáculo mitad cinematográfico mitad teatral, uno no sabía muy bien que esperar, pero seguro que iba a ser 100% Albert Pla. Y digo esto, porque muchas caras de decepción al final del espectáculo hubiesen sido fáciles de ahorrar, creo que mucha gente no tenía muy claro donde se estaba metiendo, por aquello de pillar el abono e ir a todos los espectáculos, sean cuales sean. Ir a ciegas es lo que tiene, sorpresas para lo bueno y para lo malo, supongo.
Pero bueno, lo cierto es que el público quedó bastante dividido, y junto a los comentarios del tipo “El peor espectáculo que he visto jamás” o “Lo pasé mejor viendo a los niños cantores de Viena, la verdad…” también había otros que engrandecían algunas partes del espectáculo. Cierto es que no tuvo una continuidad, ni coherencia rítmica de principio a fin, pero es que es Albert Pla… y básicamente el viaje del abogado por las carreteras rurales, vino a ser una especie de análisis de la incoherencia de las ideas y los actos, pero en plan escritura automática. Albert Pla consigue junto a Judit Farrés un auténtico viaje a la cabeza de una persona imaginativa, que desempeña un trabajo lejano de sus propios valores, pero al que no se atreve a renunciar, por rutina y cobardía. Por el camino, nos deja algunos trocitos de transición, algunas sonrisas leves, unas cuantas ideas y frases políticamente incorrectas y también unos cuantos momentos memorables, como la divertidisima canción de la colilla.
La historia sucede de una manera inocente, cándida, incluso naif, pero tiene un peso y un poso bastante evidente, que seguramente toco los cojoncillos de alguno de los presentes. Albert Pla no es desde luego un artista para todos los públicos, pero si es, al menos un artista sincero y original, que es capaz de ofrecer algo propio, y que en esta ocasión ha demostrado que la teoría del D.I.Y. sigue más vigente que nunca en la era digital. Sin guion, sin producción, sin dirección… El malo de la película.
Crónica por Oskar Sánchez, fotos por Antzerki.