Sell your soul to the Flaming Stars: La ristra de conciertos de fin de año que ofrece Juvecant está resultando una oferta atractiva y casi inconcebible en una ciudad como Santander.
Se está trabajando bien. Evidentemente quedan siglos de apertura hasta que estemos en una situación en la que cualquier colectivo de ciudadanos se lance a programar, según sus gustos sabiendo que va a tener respaldo, o al menos que no va a tener impedimentos por parte de las autoridades. Pero tenemos lo que tenemos, y en parte no tenemos más porque no hacemos más ruido. En fin, lo de siempre.
Lo que no se puede negar es que el esfuerzo de estos últimos años para recuperar algunos sitios de uso público para el uso del público ha sido muy importante y efectivo. (La frase es redundante aposta, porque a veces, es casi imposible hacer entender hechos tan evidentes como que los edificios de uso público son para que el público los use). Este año hemos tenido conciertos en el conservatorio, y también en el paraninfo, se ha seguido utilizando la lechera de Torrelavega y creemos que es un buen camino para poder empezar a tener una oferta cultural mínimamente digna.
Nos perdimos ayer a Christina Rosenvinge, y el miercoles a Cooper, así que hoy viernes, sin más información sobre los Flaming Stars que la de su hoja de prensa nos plantamos en el Paraninfo. Al fin y al cabo, casi todos los conciertos a ciegas que hemos elegido últimamente han merecido la pena.
Flaming Stars venían dispuestos a derribar algunos tópicos sobre su pais y salieron al escenario con unos cuarenta minutos de retraso; total, lo de la puntualidad inglesa resultó un cuento chino, aunque visto lo visto vaya usted a saber si en la china existen los cuentos. Esos cuarenta minutos de espera y los cuarenta minutos anteriores dando vueltas para aparcar sumaron ochenta minutos de cabreo que me agriaron los tres o cuatro primeros temas, pero poco a poco les fui cogiendo el puntillo, tal vez contagiado del desenfado de las dos bailarinas / groopies / banderas que se habían traido de casa.
La música de Flaming Stars tiene mucho de rock, en algunos puntos incluso rockabilly, pero sucio y garajero, con muchas tormentas, algunas pizcas de psicodelia, elegancia mod en el vestir, actitud cuasipunk, y altas dosis de decadencia. Max Décharné es un perfecto inglés, de humor fino y pose inquietante, su voz parece la de un Lou Reed despechado, rozando en los momentos más trágicos a Nick Cave.
Tuvieron grandes momentos a lo largo de todo el concierto, sobre todo las canciones más alargadas que tenían un cierto aire de cabaret siniestro. Hicieron también otros temas más puramente rockeros y llenos de energia, pero la barrera que impone ver un concierto de sentado hizo que esta no acabase de ser devuelta por el público, que seguramente hubiese reaccionado de manera bien distinta si el concierto se hubiese celebrado en una taberna.
Lo más positivo, al final, salir con la sensación de haber descubierto una gran banda, incluso una buena hebra de la que tirar y encontrar a muchos otros grupos que seguramente estarán relacionados con este tipo de música. Lo más negativo, volver al mundo real y recordar que pese a todo lo grande que sea cada universo musical que descubrimos, seguirán siendo inexistentes para muchísima gente. Somos más, pero siempre seguiremos siendo minoría.
Crónica por Oskar Sánchez, fotos por Oskar Sánchez.