Esta es, con toda seguridad, la crónica más especial que he escrito y escribiré jamás. Conduje un total de más de 800 kilómetros de ida y vuelta hasta Cantabria para ir a ver el cuarto concierto de mi antigua banda –ahora reconstituida como Kill The Redneck tras dos intensos años desde que Badabong nos dispersáramos– en el mítico Bar Kalimba de Corrales.
Desde las profundidades de Buelna Valley, un trío contundente ha llegado para quedarse. Ellos son Txarly a a guitarra, Sixto a las cuatro cuerdas y Chente a la batería. Se definen como Stoner Rock, Beer & Bourbon, y creedme, no existen tres palabras tan acertadas como estas para su descripción. De hecho, el sugerente cartel del evento actuó como una representación gráfica exacta de lo allí acontecido: una noche ruidosamente loca bañada en alcohol.
Con el establecimiento abarrotado y un calor insoportable, comenzó un setlist que supo alternar a la perfección las partes psicodélicas con las más cañeras, haciendo transitar al público desde los estados más reflexivos hasta los más provocadores. Comenzando por la pieza Aker, pasando por la pegadiza Like a Demon, siguiendo con la veloz Karmachine y la instrumental Psych Storm, llegamos a Twelve y Blood donde Juan de MonsteЯs’ YuYu colaboró al micro como vocalista. El mensaje antisistema de Fuck The World y la reflexión sobre la fugacidad de la vida de White Lines pusieron el cierre a la noche y se quedaron flotando en el ambiente. El directo fue demoledor, pues con unos pedales y un equipo de amplificación digno de observar con detenimiento, estos tres chavales consiguieron meter más ruido que una orquesta. No en vano fuzzes, reverbs, phasers, Wah Whas, delays, pantallas Orange y un Matamp King Street Major los acompañaron en su oscura ceremonia. La comunión fluyó hasta la petición de más temas y los gritos al unísono en los coros de varias canciones. La espontaneidad del momento incluyó momentos tan divertidos como la rotura de una correa, la incursión en el escenario de espontáneos en busca de más tragos, la petición de dedicatorias por parte de la madre de uno de los integrantes, el desenchufe de la iluminación o el robo de una zapatilla. Las canciones se derramaban al mismo tiempo que las botellas de whisky y licor café, que se terminaron con la última canción. En definitiva, fuimos partícipes una atmósfera congruente de amistad y buena música.
Me alegra enormemente haber observado la evolución de Kill The Redneck y sentirme parte de un proyecto tan sincero y auténtico. Se aprecian el esfuerzo, las horas de local componiendo y la actitud de la banda de tirar hacia delante. Si te molan Kyuss, Stoned Jesus, 1000mods, RotoR, The Bad Light, Electriz Wizard o Blaak Heat, no te pierdas sus próximas fechas. Esperemos que el 2019 nos regale más Kill The Redneck en estado puro.
Gracias a Gustavo del Kalimba por prestar siempre su espacio para dar vida cultural, a Noche de Rock por hacerme un encargo tan agradecido y a Kill The Redneck por su tralla y su cariño. Os avisamos: queremos un disco y lo queremos ya.
Crónica y fotografía de Maritxu Alonso.