Justine es una adolescente que recurre a todos los estamentos sociales para preservar su virtud, y en todos los casos, en lugar de recibir ayuda, lo que encuentra es incitaciones al vicio. Justine simboliza la virtud que con una escasa inteligencia debe enfrentarse a las añagazas del vicio y, contrariamente a lo que cabría esperar, en lugar de ser recompensada por mantener su virtud, lo que recibe es toda clase de agravios.
Por el contrario, los libertinos que abusan de ella se ven recompensados. Sade vierte en esta obra su misantropía, describe cómo en la sociedad en la que le tocó vivir practicar la virtud siempre resulta oneroso, mientras que quien practica el vicio encuentra a una sociedad cómplice y corrompida, lo que le permite adquirir ventaja.