No cabe duda que estos últimos años estamos viviendo un momento álgido en el mundo de la música progresiva en España, con un nutrido grupo de bandas que han realizado trabajos más que destacables: Eric Baule, Amoeba Split, Pervy Perkin, Noah Histeria, Kotebel, Cheeto’s Magazine, Frutería Toñi, Círculo de Willis o AppleSmellColour, por citar sólo unos cuantos; y eso sin entrar en el fenómeno de los grupos instrumentales a caballo del prog y del post como Toundra o Jardin De la Croix. Como parte de esta boyante escena, destacan, sin duda, los castellonenses Dry River.
Lo cierto es que esta gente ha trabajado mucho y bien el apartado promocional del grupo, tanto en el aspecto gráfico como en el visual, ya desde el cartel de presentación de su primer disco “El Circo de la Tierra”, allá por el 2013. Por eso, en este su tercer disco de estudio “2038” no podían ser menos y han realizado una serie de videoclips jugando con el titulo del disco y como supuestamente se valoraría el mismo a 20 años vista, incluyendo fragmentos de falso documental, con ellos caracterizados de abueletes y comentando las canciones del disco de igual forma que Steve Harris hablaría actualmente de las canciones del “Somewhere in time”, por ejemplo. Y aquí aparece una constante en la carrera de la banda: aunque ellos hacen una música muy seria, la dotan de un gran sentido del humor, no sólo en los vídeos, si no en buena parte de su apartado lírico.
Evidentemente de poco sirve trabajarse la promoción si el producto que se ofrece no está a la altura, pero está claro que ese no es el problema de Dry River, que presentan en este disco unas composiciones excelentes interpretadas de forma magnífica. Es curioso porque su innegable habilidad para las melodías quedonas hace parecer a veces que lo que están haciendo es más sencillo de lo que realmente es. Por otra parte es sorprendente su ductilidad, esa habilidad que tienen para sonar en un momento dado a metal progresivo y en otro a hard rock o heavy épico, meter una sección de vientos jazzera o un piano en plan southern rock, darle al rollo acústico en plan canción protesta o marcarse una balada con ecos de los 50, y hacerlo todo con igual eficacia y sin perder en ningún momento su personalidad. Está claro que los años que pasaron como banda de versiones de rock les curtieron y les permiten meter en cada momento las influencias que necesitan, ya sea Dream Theater, Deep Purple o Queen, y seguir, sin embargo, sonando a Dry River. Y es que Queen es una referencia innegable cuando escuchamos los fantásticos coros que se marca esta gente, al alcance de pocos.
Esta capacidad de transformación y su amplio abanico de influencias les ha permitido realizar un álbum muy variado, lo que al tiempo que una innegable virtud supone en ocasiones un pequeño talón de Aquiles, y es que hay ligeros altibajos de nivel a lo largo del disco, motivados, a veces por experimentar en otros registros como en “Cautivos”, o en otras simplemente porque les pueden las ganas de cachondeo, como en “Me pone a cien”, una canción menor pero que constituye una ácida y divertida crítica del negocio musical, autotune incluido, del que también han grabado un vídeo. Quizás otro motivo de esos ligeros vaivenes es que es difícil mantener todo el rato la calidad de temas tan brillantes como “Perder el norte”, “Fundido a negro”, “Peán”, “Camino” o la impresionante balada “Me va a faltar el aire”, que pone los pelos de punta tanto por su calidad musical como por su intensidad dramática, con un espectacular trabajo vocal de Ángel y un magnífico solo de guitarra. Sobra decir que el trabajo de todos los componentes del grupo tanto instrumental como vocal a lo largo de todo el disco es inmejorable.
Tampoco quiero dejar de reseñar el apartado lírico. Dry River no sólo vive de letras divertidas como “Me pone a cien”, saben ponerse emotivos en los temas lentos como “Me va a faltar el aire” o “Al otro lado” o críticos y conscientes de la realidad en “Perder el norte”, “Fundido a negro” o la casi-suite de 10 minutos “Peán”. La letra de “Peán” me resulta especialmente interesante por la forma inteligente en que escenifica la podredumbre que se esconde detrás de los desfiles con banderas y las guerras por la libertad, a través del desengaño de un soldado que podría pertenecer a cualquier imperio.
En “Me pone a cien”, en las respuestas al productor autotuneado, ellos dicen que les gustan las notas a granel y ver el mundo arder. Me apunto.
Comentario por Oscar G. del Pomar
Fotografía por DRY RIVER