“Aamamata es la canción que canta la Muerte cada día en el mar Mediterráneo, que se ha convertido en un abismo desolador para las vidas humanas.”
El pasado enero la banda mallorquina de doom metal Helevorn lanzó su cuarto disco, siendo reconocido de inmediato por muchos como uno de los candidatos a favoritos de este año. Combinando de forma magistral pasajes melódicos, profundos y elegantes con otros absolutamente brutales, el álbum gira en torno a las temáticas del mar, la muerte y su relación con el ser humano. Estas ideas quedan unidas en símbolos como el aamamata, canto fúnebre de la tribu ‘Are’are (Islas Salomón) y la Sibil•la, profetisa griega que protagoniza a su vez la portada del disco y un augurio que anuncia el fin del mundo. Se nos enfrenta a la cruda realidad del Mediterráneo, un día caldo de cultivo para el desarrollo de incontables pueblos, ahora convertido en espejo de la miseria humana y cementerio para quienes huyen de la guerra y la desolación y terminan enfrentados al muro. Más de quince mil personas han perdido la vida en los últimos seis años, otros han sido devueltos a costas dominadas por guerrillas y otros se hacinan en campos de refugiados donde se supera con creces la capacidad máxima como ocurre en el caso de Lesbos.
“Que las olas nos recuerden nuestra vergüenza y miseria, por siempre.”
Ante todo, Aamamata es una historia que merece ser contada, y el doom resulta ser una herramienta cojonuda para hacerlo. No hay duda de que es una obra más que interesante para los aficionados al género, sin dejar de lado que es un trabajo redondo de principio a fin donde cada nota se ha medido para transmitir una enorme carga emocional de forma sencilla y eficaz, lo que le da el potencial de penetrar aún más lejos. Desde las interpretaciones del grupo a las colaboraciones de voces e instrumentos, no queda sensación de que sobre ni falte nada. Si tuviera que destacar una sola cosa sería la profundidad y versatilidad de la voz de Josep Brunet. Los guturales no dejan de transmitir angustia, rabia y devastación, pero es que al entrar en los pasajes limpios la desolación solo se disipa en parte, mientras sigue arrastrándonos por el abismo. En los tres primeros temas somos llevados a las aguas más hostiles, a la oscuridad y la presión aplastante del fondo marino y, más allá de la interpretación literal, el enfrentamiento a un abismo de agua inabarcable se convierte rápidamente en la lucha contra uno mismo o contra el poder de una sociedad que ahoga a aquellos que quedan fuera de su protección. El poder de Helevorn radica en cómo alcanza y remueve nuestra mente utilizando temas que nos resultan cercanos, con un tono de crítica social que alcanza un resultado muy potente dentro este estilo musical, recomiendo por ello dedicarle el tiempo que merece.
Cada canción cuenta con personalidad propia. Si con A Sail to sanity el comienzo del álbum está cargado de fuerza y riffs pegadizos, el segundo tema es el más introspectivo de todos. En Goodbye, hope, la crudeza y fuerza de los guturales y de la pareja de guitarras queda encadenada a un ritmo lento y firme mantenido por la batería, aumentando la sensación de angustia hasta desembocar en un último tercio que nos hiela la sangre. Cuesta elegir un tema a destacar: la calidad, el espíritu y la atmósfera de melancolía épica se mantienen durante toda la obra pero los matices e influencias varían y probablemente sea algo que dependa de cada oyente. El grupo eligió Blackened waves, donde se refleja de forma más directa la situación dramática de los refugiados, como primer single y videoclip. El teclado vuelve a hacer lo suyo contribuyendo a un ambiente pesado y melancólico donde resuenan las notas del bajo y coros en un tema que transcurre casi enteramente con voces limpias. Aurora comienza en un entorno característico donde suenan instrumentos tradicionales: es el Mediterráneo y el misticismo de la voz de Júlia Colom trasciende toda época histórica. Pronto alcanza la gravedad encontrada en los temas anteriores y se enfrenta la temática de la muerte desde un nuevo prisma: la muerte como olvido. Una parte en la letra destaca claramente: “Eighty-one years to wake up”. Ochenta y un años desde la grabación de este tema y la muerte de Aurora Picornell, a quien va dedicado. Ella fue una costurera mallorquina represaliada por su afiliación sindical, torturada y asesinada en 1937 a los 24 años.
Eighty-one years to wake up Can you hear me begging for my life? Raise me up, you won’t keep me down My presence is living in your mind.
Aunque su cuerpo, como el de tantos otros, aún no ha sido encontrado, Aurora ha sido convertida en símbolo de libertad y de lucha social. Ideas que permanecerán mientras exista la memoria y la gente que se ha negado a olvidar: si la muerte es el olvido, la memoria es la revolución contra la muerte. Este planteamiento es reforzado en Forgotten fields, en un viaje que vira por momentos hacia el death metal (“And those who forget pay in eternity”). A continuación viene Nostrum mare (Et deixo un pont de mar blava), una adaptación del poema de Miquel Martí i Pol a la que hay que dar de comer aparte. Cuenta con interpretaciones admirables en ocho idiomas hablados alrededor del Mediterráneo: griego, maltés, castellano, árabe, italiano, francés, catalán y hebreo. Nos recuerdan la importancia del mar como puente unificador entre pueblos, pueblos que comparten historia y cultura más allá del significado de sus fronteras. Es en este punto en el que lo reconocemos como cuna de civilizaciones cuando más duele verlo convertido en el cementerio actual. No sabría terminar de explicarlo, pero pese a ser un disco en el que domina la desolación y la miseria, queda una sensación de positivismo que no deja de ser trágica y creo que en ese aspecto tanto este tema como Aurora son la clave. Sirva al mismo tiempo de ejercicio de divulgación de la miseria humana y de luz a la que agarrarse para salir de ella. En Once upon a war arrancamos con un ritmo arrastrado de doom clásico intercalado con las voces más crudas y agresivas hasta llegar a The path to Puya. Un viaje al más allá de la religión Toraja (isla de Sulawesi, Indonesia) donde no falta la brutalidad de voz y guitarras, pero tampoco partes tan gloriosas como lúgubres, desde la puesta a tono en la introducción al hipnotizante canto de Heike Langhans (Draconian, pelicos de punta) y el solo de Pedro Zubiri (Blind Panic). Al final aparece la oscuridad del aamamata, cuyo espíritu se mantiene hasta el final del disco en una profecía que anuncia el fin del mundo. La Sibil•la es interpretada tradicionalmente en las iglesias de Mallorca el día de nochebuena, y sirve para llevarnos al ambiente natural de la banda desde su aparición en la impresionante portada ilustrada por Gonzalo Aeneas hasta el cierre final. Como nota final creo que es un disco capaz de golpear muy fuerte, algo que se percibe desde la primera escucha pero recomiendo darle las vueltas necesarias hasta cogerle el punto a canciones que pueden terminar convirtiéndose en temas de cabecera.
No quiero pensar lo que tiene que ser esto en directo pero ya estoy apuntando fechas. Actualmente, Helevorn se encuentra de vuelta de una gira que les ha llevado a atravesar Canadá de costa a costa y cuentan ya con algunas fechas para traer su disco a la península en lo que queda de año. El 28 de septiembre estarán en Zaragoza, el 11 de octubre en Portugalete y el 12 participando en una Fiesta Noche de Rock en Requejada. Se puede encontrar más información en su página de facebook y el disco está disponible en su web.
Helevorn son Enrique Sierra (piano y teclado), Josep Brunet (voz), Guillem Morey (bajo), Sandro Vizcaíno (guitarra), Samuel Morales (guitarra) y Xavi Gil (batería). Además en este disco han colaborado Júlia Colom (voz en Aurora y Nostrum mare), Heike Langhans (voz en The path to Puya), Jaume Compte (bouzouki y bağlama en Aurora), Pedro Zubiri (solo de guitarra en The path to Puya) y Batucada d’es Gremi (percusión en Aurora).
Antonio Yeste