Una década despues de Liebe ist für alle da la maquinaria alemana ha producido otro bloque de acero monolítico e irrompible. Titulándose igual que la banda, uno esperaría un álbum extremadamente identificativo, con todas su señas de identidad bien marcadas, y así es, pero sólo en parte. Pocos segundos después de empezar te golpean con el primer DU HAST, que suena a declaración de intenciones, “Aquí estamos, y ya sabes lo que traemos”, sin embargo tardan poco en romper ese juego y ya en el segundo tema nos damos cuenta de que estos RAMMSTEIN han desplegado para esta ocasión otro tipo de influencias, que siempre estuvieron allí, pero ocultas detrás de una muralla de metal. Aüslander es decididamente techno, Radio suena a Kraftwerk y Sex a Depeche Mode, no es sorpresa, ambos grupos han recibido versionados y homenajeados por Rammstein anteriormente. De alguna manera siento que ahora el timón se dirige en esa dirección, ya que el disco está mucho más desnudo y hay más presencia de tiempos medios / bajos.
Se podría pensar que con un Till Lindemann que se acerca ya a los sesenta años, la presión tiene que ir bajando sí o sí. No me parecería mala opción si fuese el caso, prefiero un grupo haciendo a 100% lo que puede resolver sin problema, que esforzándose por se quienes fueron hace 25 años. De todas formas, creo que los tiros no van por ahí, si no por verse en la tesitura de ofrecer otra vez lo mismo, (que lo hay) o darle una pequeña vuelta de tuerca al sonido. Rammstein siempre han lucido mucho en los cortes lentos y épicos, y aquí es donde asoman los más sorprendentes del álbum. Cuando uno ya ha incendiado, literalmente, todos los escenarios del mundo, poco puede hacer para sorprender. Así, se pasean entre las cenizas en un ejercicio de contención y vuelven a ponernos los pelos de punta con el ambiente tétrico de Halloman, o con la expresividad agresiva de Puppe, sacando partido a cada una de las duras consonantes de su lengua madre mientras expulsan su hígado por la boca.
Evidentemente el álbum viene acompañado por una impactante imagen, que consiguió tener a todo el mundo a la expectativa con el videoclip de Deustchland. Saben que en 2019 nadie tiene cinco minutos para ver un videoclip entero y su contraataque ha sido ofrecer cinco en uno, en tu puta cara millenial, sobredosis de información y guiños, para que si diez años después volvemos a verlo le sigamos sacando jugo.
Tal vez no sea este su mejor disco, pero de todos los futuros posibles nos encontramos en el mejor, por fortuna no han seguido la línea de Te Quiero Puta, y Pussy: estuvieron a punto de convertirse en la versión Benidorm de su propia banda, pero en 2019, bromas las justas, el disco tiene fuerza y vuelve a alimentar las ganas de verles destruir el mundo sobre un escenario. A mi me basta.