13. Aparte de ser un número no apto para supersticiosos, 13 son los años que separan la última publicación de Tool (10000 Days) con la llegada del lanzamiento que ahora nos presentan: Fear Inoculum. Una larga travesía en el desierto. Casi 5000 días… que se dice pronto.
Reconozco que cuando supe que tenía que reseñar este disco me entró cierto vértigo. Algo de miedo quizás. A su vez, también me hacía una especial ilusión sentarme delante de un ordenador y opinar sobre él. Pocos grupos me han marcado tanto como Tool y a pocos discos tenía tantas ganas como a éste.
Si miramos sus precedentes, Tool siempre se ha caracterizado por ser una banda que maduraba muy mucho sus trabajos. La auto-exigencia de sus miembros como músicos, y la búsqueda de la excelencia, es parte del ADN de los californianos y no siempre ese hecho ha jugado a su favor. Recientemente leía unas declaraciones del vocalista Maynard James Keenan, en las que hablaba sobre el duro proceso de creación y las inseguridades que este “viaje” les había generado. En las mismas, afirmaba que “hace 8 años ya sonaba fantástico”; refiriéndose expresamente al nuevo álbum. Si a este “obsesivo proceso creativo” añadimos las múltiples batallas legales que durante buena parte de este tiempo han librado en los juzgados, empezamos a entender por qué ha tardado tanto en llegar Fear Inoculum.
Los meses previos a la salida del disco fueron un constante bombardeo de noticias. Noticias interesantes y otras no tanto, que fueron el perfecto caldo de cultivo tanto para los seguidores de la banda, como para sus detractores. Entre medias, arrancó una extensa gira que aterrizaría en España a finales de Junio. El Download Festival Madrid contó el último día con Tool como cabeza de cartel. Los que estuvimos en aquel concierto, podemos dar fe de la maravilla que es ver a estos cuatro tíos encima de un escenario. Fue una hora y media para recordar por siempre. En esta gira además adelantaron en directo dos de los temas que luego formarían parte del “track list” del nuevo disco: Descending e Invincible.
El disco trae consigo otra novedad: unos Tool actualizados al siglo XXI. O te renuevas ó mueres. Muchos hemos sido los que durante este tiempo nos hemos preguntado por qué no compartían sus trabajos en las diversas plataformas digitales existentes hoy en día. Por fin, el pasado mes de Agosto, colgarían todos sus álbumes en la red, para alegría de sus fans. Todos a excepción de Opiate (que después sí compartieron) y Salival. Unos días más tarde presentaron el primer single y canción que da título al disco: Fear Inoculum.
Como colofón, el día 30 de Agosto vería la luz el disco. Curioso (y muy caro, todo hay que decirlo) es el formato elegido para presentarlo: una edición limitada que incluye entre otras cosas una pantalla multimedia y un altavoz que te permite escuchar el disco. La portada y las ilustraciones que se incluyen en el “artwork”, fueron diseñadas por el artista Alex Grey, quién ya trabajó anteriormente con Tool, y que deja bien a las claras que Tool no es sólo música, sino una propuesta que va mucho más allá.
Llegados a este punto, yo me pregunto ¿merece la pena para una banda tanto desgaste físico y mental para presentar un trabajo? Si me ciño exclusivamente al resultado final; a lo que ha llegado a mis oídos, la respuesta es clara: SÍ. ROTUNDAMENTE SI.
El disco no es sólo el más progresivo de su carrera, (que lo es), sino que es progresivo en sí mismo. Notas como el orden de las canciones ha sido escogido milimétricamente. Nada queda al azar en los trabajos de Tool. Te recomiendo que te hagas de unos buenos auriculares, busques un sitio tranquilo y te pares a disfrutar de este trabajo. No te dejes guiar por tu primera impresión, porque puedes estar equivocado. Es un disco de los de cocer a fuego lento. De los de prestar especial atención a todos los detalles. De los de escuchar unas cuantas veces antes de dar un veredicto final. NO TIENE DESPERDICIO.
Esa progresión de la que hablo, comienza curiosamente con el primer single del disco: Fear Inoculum. Reconozco que cuando escuché la canción por primera vez, me dejó bastante frío. Con el paso del tiempo (y las escuchas) la canción ha ido ganando enteros y mi opinión ha cambiado considerablemente. Entre las críticas (que no fueron pocas) que arreciaron tras presentarla, la que más me llamó la atención fue leer a alguien en una red social decir que “la canción suena a Tool”. Evidentemente esta canción y el álbum en general suenan a Tool, porque son Tool, con todo lo que eso conlleva. No podemos pedir a un grupo tan especial, con un sonido tan propio y característico, que se reinvente. En realidad no lo necesitan. Su música habla por sí sola.
Con un comienzo “calmado” con sonidos de percusión, al minuto y medio te das cuenta que ya están aquí de nuevo. 13 años después vuelves escuchar el primer riff de bajo de Justin Chancellor y un escalofrío recorre tu cuerpo. Pero ahí está la voz de Maynard James Keenan para arroparte. Más cálida que nunca. Más calmada. Más madura. Es, en el tramo final de la canción donde la guitarra de Adam Jones y la batería de (su excelencia) Danny Carey entran con más fuerza. Te esperas una explosión “made in Tool” pero NO. En este caso han cambiado el patrón habitual y tendrás que continuar este viaje en el que estás inmerso.
Viaje que continúa con “Pneuma”. El lento comienzo de guitarra puede hacerte prever una canción calmada y “sosa”. Cuando casi al minuto y medio escuchas de nuevo el sonido de bajo de Justin, sabes que algo “gordo” se está cociendo. Esa es, bajo mi punto de vista, una de las claves del éxito de Tool. Podemos imaginarnos mil y un caminos por donde puede discurrir una canción, pero algo tienen estos tíos que siempre son capaces de sorprendernos. La canción te tiene hipnotizado durante casi 10 minutos. Te va llevando poco a poco, hasta que justo en ese momento se unen un riff de guitarra de Adam con la voz (casi celestial) de Maynard y consiguen llevarte a otra dimensión. De Danny Carey casi mejor ni hablamos. Se me acaban los adjetivos con él. Su trabajo a la batería a lo largo del álbum es, simplemente de otro mundo.
Tras casi 22 minutos y cuando ya hemos saboreado dos auténticos temazos, llega la primera pausa. La versión digital del disco incluye 3 cortes más aparte de los 7 temas estrictamente musicales que recoge la versión física: Los interludios “Litanie contre le Peur”, “Legion Inoculant” y “Mockingbeat”, corte que cierra el disco. Sinceramente no aportan nada destacable y bien se los podían haber ahorrado. Supongo para ellos tendrán un significado; a mí, sin embargo, me cuesta encontrarlo.
Otra de las cosas que más me ha llamado la atención del disco, es que no hay una sola canción que puedas considerar como “hit”. Dentro de las complejas estructuras de los anteriores trabajos de Tool (©), siempre encontrábamos canciones que destacaban sobre el resto. En Aenima por ejemplo, Stinkfist, Forty six & 2, ó Aenema. En Lateralus el turno era para The Grudge, Parabola ó la propia Lateralus. En su anterior trabajo, 10000 days, Vicarious, Jambi ó The Pot formaban un tridente de canciones increíble. Sin embargo en Fear Inoculum encontramos un álbum mucho más coral. Está claro que cada uno tendrá sus favoritas (yo mismo las tengo), pero es más difícil poner una por encima de otra. Y algo me dice que en eso también algo ha tenido que ver la banda. Quizás sea algo premeditado. Quizás hayan buscado crear el disco “anti-fan”. Pero eso ya son conjeturas mías. La respuesta la tiene banda, y no sé por qué me da, que esa incógnita se quedará en el aire.
Si continuamos desgranando el disco, llegan dos de mis cortes favoritos: Invincible y Descending. Ambos tienen un denominador común: el trabajo de Adam Jones a la guitarra es simplemente sublime. La primera de ellas, es un bombardeo de riffs a diestro y siniestro hasta que casi a los 10 minutos, suelta un “hachazo” que te deja en estado de shock. En Descending, la armonía que consigue con la guitarra es muy difícil de superar. Si a todo ello unimos que está respaldado por una base rítmica infranqueable, aquí encontraremos dos de las mejores composiciones en la historia de Tool.
La siguiente parada en este viaje es Culling Voices, donde disfrutamos del Maynard más cercano a A Perfect Circle que jamás hayamos escuchado en Tool. Este hecho, acentuado sobre todo en esta canción, es una constante en casi todo el disco. Una voz más cálida. Menos agresiva. Da la impresión de querer echarse a un lado. De querer restarse protagonismo en favor de sus compañeros. Y a pesar de todo, su voz sigue transmitiendo tanto o más que en sus anteriores trabajos. UNA MARAVILLA.
Hay algo en este disco que no me termina de cuadrar. Ese algo es la siguiente “canción”: Chocolate Chip Trip. Un extraño corte instrumental que juega entre la electrónica y el virtuosismo de Danny Carey a la batería. Difícil encajarlo dentro de este trabajo.
Si llegados a este punto, podemos decir que el disco es sobresaliente, la matrícula de honor se la llevan tras 7empest, el último corte del disco. Una canción que resume a la perfección la historia de Tool en 15 minutos de auténtico éxtasis. Y es que aquí sí que encontramos a un Maynard mucho más agresivo desde el minuto 1. El sonido del bajo es como un martillo pilón que hace que retumbe todo tu cuerpo (increíble el trabajo de Justin Chancellor durante todo el disco). Los riffs de guitarra son más afilados y precisos que nunca y Danny Carey vuelve a hacer gala de una maestría y una pegada sin comparación con cualquier batería hoy en día. Los 5 minutos finales son el colofón perfecto a un disco inigualable. LA TORMENTA PERFECTA.
Tan sólo me surge una duda tras haber escuchado el trabajo entero unas cuantas veces: saber cómo defenderá la banda estas canciones en directo. No dudo que vayan a sonar bien; lo contrario a día de hoy se me antoja algo imposible. Pero el tipo de canciones de las que estamos hablando, más calmadas y de desarrollos mucho más largos (más si cabe), hace pensar que haya gente a la que le cueste digerirlas en vivo. Será una buena prueba de fuego para ellos.
En definitiva, Tool siempre serán Tool para lo bueno y para lo malo. Odiados y venerados. Sin términos medios. Pero si algo reafirma este disco, es que “juegan otra liga”. Pocos grupos tras tanto tiempo desaparecidos son capaces de crear tanta expectación y hacer lo que han hecho ellos: una obra de arte a la altura de muy pocos.
Esperemos (deseamos) que hayan vuelto para quedarse.
La música no sería lo mismo sin TOOL.
Asier Sáinz