¿Y si de repente resulta que ese cupón navideño que compras por tradición familiar resultase premiado, tú, que harías? Casi todos tenemos algún sueño que depende en mayor o menor medida del dinero, más bien, de no tener que gastar el tiempo en conseguir dinero y poder hacer, simple y sencillamente lo que nos de la gana.
Hay bandas millonarias que sin embargo siguen buscando ataduras, no se trata de cambiar o no tu estilo, sino de saber escucharse a uno mismo, de saber encontrar tu propio camino, de saber dar cada paso en dirección a la libertad creativa, en lugar de comprar tus propias cadenas. Se trata de responder a tu corazón y no a las expectativas de nadie. De no dejar de pensar, porque si dejas de pensar, tal vez es porque ya estás muerto.
Sacar un disco en sueco es un suicidio comercial. ¿Y qué es lo que no es un suicidio comercial a estas alturas del negocio musical? ¿Qué es lo que uno debe hacer para mantenerse con uñas y dientes durante un par de días en las portadas de las revistas virtuales? Tanta gente intenta hacer “lo que se debe hacer” que al final cuesta distinguirles a unos de otros.
En los bonus de Watershed ya venía una versión del “Den Ständiga Resan” del disco en solitario de Marie Fredikssons (Roxette), después en el extendido de Pale Communion incluyeron Var Kommer Barnen In de Hansson de Wolfe United y van varias veces que le hemos oído comentar que se le hacía extraño, pero atractivo cantar en su propia lengua. Parece que alguien en Nuclear Blast le habrá dicho a Mikael que no sea loco y grabe también una versión en inglés del disco, y el ha dicho que vale, que se dobla a si mismo si hace falta, pero que la esencia del álbum está donde está, y si prestas atención te darás cuenta de que la musicalidad y expresividad en su voz es aun mayor si te atreves con el bueno.
Lejos de morir en el intento. Lejos de haber creado un clásico maldito que se recuperará con el tiempo como “ese disco raro, que resulta que era buenísimo si le prestabas atención”, han dado otro golpe en la mesa, y ya van trece. La conocida popularmente como etapa “prog-rock” de Opeth permanece con una formación absolutamente estable desde la incorporación de Jokim Svalberg al teclado, y cada vez suena más entera y compacta. Akerfeld bromea con que la batuta compositiva sigue a cien por cien en sus manos y quien no se entere se pira, pero lo cierto es que el disco suena tan claramente a conjunto que es imposible no darse cuenta de que la banda respira como un todo.
Es cierto que Opeth han ido variando paulatinamente su estilo, pero os invito a escuchar su discografía en orden inverso, veréis como tras el experimento descubrís que cada vez que hemos apreciado un cambio de dirección, este ya estaba evidentemente sugerido en segundo plano en su álbum anterior. Mikael ya le daba las gracias a Camel en su primer disco por la inspiración, y esa es la clave; para comprender a Opeth del todo hay que haber escuchado a Celtic Frost y a Morbid Angel, pero también a King Crimson, a Magma y a Nick Drake.
En todo este recorrido no han hecho más que madurar y pulir su estilo, todas las piezas estaban desde el principio, pero a veces encajaban de manera un poco brusca, con esos cambios repentinos y vertiginosos que llegaron a ser su seña de identidad. Ahora lo han limado todo hasta el punto de que el viaje sucede de forma plácida, como en un ensueño que hace que te preguntes cómo has llegado a parar de punta a punta del espectro musical sin haber notado ninguna curva.
Según cuenta Mikael con total naturalidad y con su habitual falta de pudor, para ponerle nombre al disco sencillamente se puso a buscar locuciones latinas en google porque quería que ambas versiones del disco llevasen el mismo título. Como tantas veces sucede, lo encontrado por casualidad se acaba semantizando y encontrando un sentido más profundo. No te fies, porque efectivamente, el disco discurre sin sobresaltos, y es probable que tras unas cuantas escuchas no sepas decir cual es tu tema favorito, pero el veneno va en la cola. Vas a acabar mucho más atrapado de lo que pensabas si te atreves a darle las dos docenas de escuchas que está pidiendo. Opeth están labrando el camino de una banda clásica, que será nombrada décadas después por centenares de otras, de igual manera que ahora reverenciamos a las bandas que pusieron las primeras piedras sobre las que hoy cimentamos los grandes discos del presente.
El papel de regalo para esta maravilla no lo puede poner otro que Travis Smith, uno de los portadistas más grandes que ha dado el metal de las últimas décadas, y responsable de algunas de nuestras favoritas de Anathema, Katatonia, Suffocation, Overkill, Death y un largo etcétera. Con un aire tan clásico como inquietante, consigue justo lo que quiere, que no te conformes con reproducir el disco en Spotify y ver la imagen en la pantanlla, si no que tengas que acabar buscando un lugar privilegiado para exhibir en tu salón una de las múltiples, lujosas cajas en las que viene empaquetado.
Oskar Sánchez