A la vieja manera de lo que supusieron en el siglo XX bandas como Emerson, Lake and Palmer, U.K o Asia, en este nuevo siglo han vuelto a proliferar en el ámbito del progresivo los denominados supergrupos, ahora casi siempre relacionados con la hiperactividad del antiguo batería de Dream Theater, Mike Portnoy. Flying Colors es uno de los ejemplos más relevantes de este hecho. Como es bien sabido, la banda no nació de forma espontánea, sino como proyecto del productor Bill Evans. La idea subyacente era juntar nombres de indiscutible tirón para desarrollar una música que, manteniendo ciertos elementos del rock progresivo, resultase más directa y accesible. Para ello, en plan los siete samuráis, reunió especialistas en art rock como Mike Portnoy y Neal Morse (aunque en este último caso su habilidad para las voces y melodías y su sensibilidad pop resulta igualmente relevante) con otros más ligados al hard rock o el rock instrumental como Steve Morse y Dave LaRue, a lo que añadió un cantante, Casey McPherson, cuyo tono e influencias daban un toque más actual a la música. Con estos mimbres nacieron los discos “Flying Colors” y “Second Nature” y, tras un período intermedio de 5 años debido a las apretadísimas agendas de estos músicos, este último “Third Degree”.
Esta nueva obra mantiene la fórmula iniciada con el primer disco, pero ya de una manera más reposada y evolucionada. Se nota que el concepto detrás está muy claro y que el paso del tiempo y los sucesivos álbumes han convertido lo que era un proyecto en una banda real. En este sentido resulta sorprendente que un grupo de gente que se reúne en períodos muy cortos de tiempo para componer y grabar cada disco y realizan giras bastante cortas suenen tan sólidos. Esto se explica, en parte, porque son profesionales con mucha experiencia y un talento y habilidad de primer nivel. Pero resulta quizás aún más significativo el hecho de que algunos de sus miembros lleven largas carreras juntos, aunque sea de forma parcial. Por un lado están Neal Morse y Mike Portnoy, cuya lista de colaboraciones en los últimos años es inabarcable, desde Transatlantic a The Neal Morse Band y por otro Steve Morse y Dave Larue, que llevan juntos desde los años 80, ya sea en los discos en solitario de Steve Morse como en Dixie Dregs. Este tipo de conexiones musicales profundas se han transmitido a la banda y la dotan de una solidez inhabitual en este tipo de proyectos.
En “Third degree” se siguen manteniendo muchos de los elementos ya vistos en los dos primeros discos. Por un lado temas más directos como “The loss inside” o “More”, por otro composiciones más desarrolladas y progresivas como “Last train home”, de lo más destacable del álbum, o “Crawl”, sin olvidar temas más delicados como “Cadence” o la balada “You’re not alone”. A lo largo del CD van apareciendo una gran variedad de influencias, no sólo de las bandas en las que han militando sus componentes sino de formaciones ajenas, tanto clásicas como modernas. En el primer caso, la pareja Morse-LaRue hace inevitable que muchos pasajes instrumentales recuerden a la Steve Morse Band, como por ejemplo en el inicio de “Cadence”, que me lleva a esa joya llamada “High Tension’s Wire”. El tratamiento de las voces y bastantes melodías es marca de la casa de Neal Morse y puede acercarse en momentos puntuales tanto a los primeros Spock’s Beard como a su carrera en solitario, sobre todo a sus discos más cercanos al pop. En cuanto a las referencias foráneas, no falta el habitual homenaje a los sesenta en “Love letter” con un indudable aire a The Beach Boys y una paradigmática muestra de la absoluta maestría de Neal Morse en este tipo de arreglos vocales. Sorprenden en “Geronimo” donde se asemejan a unos Steely Dan más cañeros, con una magnífica línea de bajo de Dave LaRue. De hecho, en este álbum, la presencia de este extraordinario bajista es mayor que nunca, con ejemplos como el citado o el tema “Guardian”, en el que destaca tanto el acompañamiento, con un groove que mueve toda la canción, como el precioso solo que ejecuta. Tampoco faltan referencias más modernas, como Muse, que ya habían adelantado en algunas pinceladas de anteriores trabajos y aquí aparece con claridad en el tema “More”.
En resumen, un obra notable, que muestra que Flying Colors es un proyecto consolidado a largo plazo y que, aunque carece quizás de la genialidad que algunos de sus componentes han sido capaces de ofrecer en otros momentos, ofrece sin duda la calidad exigible a artistas de este nivel.
Oscar García del Pomar