El gusano, come y excreta. Entiende su lugar en el universo. No se cree dios, no cree en ningún dios. No organiza otras vidas más allá de la suya. No piensa en el futuro. No recuerda el pasado. No tiene grandes, ni pequeños planes. Nace, crece, se reproduce y muere. No hay nada antes, ni nada después para él.
El humano, es víctima de una alucinación psicodélica. Se cree esencial. Cree que el universo gira en torno suyo. Intenta comprender, ansía crecer, planea, recuerda, estudia su historia, organiza escalas de valores morales, juzga las vidas de los demás, establece un orden mundial, en base a ellos.
El progreso nos ha engañado. Mientras tengamos pulmones y madera de eucalipto seguirá sonando el didgeridoo, pero quien sabe cuanto más durará la música electrónica. Se irán con ella nuestros sueños de gran civilización, y mientras tanto, el gusano seguirá horadando la tierra. Se extinguirá el humano, y sobrevivirá el gusano.
Hongol, rema lento, ante una verdad nihilista sobre la que caben pocas bromas. Y aunque todo el concepto se crease en un desvarío de local imaginando la historia de un hombre / pavo / gusano que sometido a un trance lisérgico descubre que el sentido del universo es existir, tras las risas queda una reflexión patética, pero que a la vez nos libera de parte de nuestra pesada carga. No importas ¿De qué te preocupas?
Es sin duda el episodio más oscuro de la discografía de Granada Goblin. Se acercan de manera rotunda a su influencia stoner doom, con arreglos y concepto progresivo, y un grandísimo trabajo en las voces, las letras, los solos y en general todo lo que le conforma, incluido el trabajo gráfico, la producción y las reflexiones finales en forma de poema declamado, con colaboración estelar de Juan Abarca.