Ahora sí que se me jodió. Nunca vi a Ozzy. Pues oportunidades ha habido mil, dirás tú. Pues la vida se presenta como se presenta y para mi siempre ha sido la gran cuenta pendiente, que por unos motivos u otros he ido posponiendo, hasta que hace un par de años, por mi cumple me regalaron un par de entradas y se me saltaron las lágrimas. El Bark at the Moon estuvo era la Cara B de una de mis primeras cintas, y por fin iba a verle en directo. Por fin, antes de que se muera del todo. Pero, como sabéis ese concierto se pospuso, y no teníamos ya muchas esperanzas en que pudiese afrontar una nueva fecha. Ahora ha llegado todo esto y parece claro que los grandes eventos, la multitudinaria venta de entradas que hace rentable una gira mundial, va a tener que esperar… y ¿Quién confía en que la salud de Ozzy le permita aguantar el tiempo necesario? Yo no.
El disco ya sonaba a despedida. Straight to Hell, All My Life, Goodbye, Ordinary Man, Today is the End… basta un sólo vistazo para darse cuenta de que todo el disco es un gran epitafio, una mirada en retrospectiva, y un adiós orgulloso saludando a la muerte sin pedir perdón por haber vivido.
Judas Priest nos demostraron hace un par de años que es posible contestar a la vejez con viruelas. Pillar un productor joven que entienda tu música en su conjunto y sacar un pepinazo que rememore tus mejores momentos sin que suene a refrito. No es el caso. Ozzy no está en su mejor etapa, tampoco en la peor, pero parece claro que se ha limitado a seguir el camino que le han puesto delante, en lugar de tomar las riendas. Nos regala un disco que no destaca por arriba ni por abajo, un punto y final aceptable, pero discreto, en el que no encontramos ninguna canción que vaya a unirse a su leyenda, aunque en conjunto tampoco la echa por tierra.
El artífice del album es Andrew Watt, un tipo al que no le es extraño el rock, tocó la guitarra en California Breed con Glenn Huges y Jason Bonham, y publicó un EP en el que las baterías las pusieron Chad Smith (Red Hot Chili Peppers, Pearl Jam) y Joey Castillo (Queens of the Stone Age), llegando a abrir en directo para bandas como The Cult o Jane’s Addiction, pero por otra parte también ha trabajado como productor o músico con gente como Justin Bieber, Selena Gomez, Aviccii, Lana del Rey o Blink 182 entre otros. Sin duda un profesional capaz de afrontar cualquier trabajo que se le ponga por delante, pero al que tal vez le falta esa chispa de fanático, especialista en Metal que sí que tiene por ejemplo Andy Sneap, volviendo a la comparativa con Judas.
La banda la conforma el propio Andrew Watt a las guitarras acompañado de una sección rítmica formada por su ya conocido Chad Smith y Duff McKagan con colaboraciones estrella de Slash (super reconocible en el tema que le da título al disco), Elton John, y los raperos Travis Scott y Post Malone en el tema Take What you Want single adelanto y pistoletazo de salida incluido en el disco Hollywoods Bleeding el último de ellos y que ahora se incluye también aquí como anécdota curiosa y heterodoxa.
Pese al desigual resultado, Ordinary Man es una alegría, hacía diez años ya desde Scream y aunque Ozzy nos dio algunas alegrías última mente junto a Black Sabbath, su carrera en solitario se merecía un cierre digno, y no un mutis por el foro.