Hace ya 25 años desde que una panda de locos en Torrelavega decidieron apostar por el circo. Hay que estar poco cuerdo, entiendeme, para en mitad de los noventa echar el resto por una idea romántica que a todas luces moriría con el nuevo siglo y las nuevas formas de entretenimiento.
Pero el arte se reinventa, y una buena parte de los artistas de circo han ido demostrando en estas últimas décadas, que el espectáculo más grande del mundo aun tiene muchas cosas que decir.
La historia de la escuela de Circo está intrínsecamente unida a la Torrelavega en la que hemos crecido, a sus fiestas, a sus cabalgatas… El impacto en la ciudad ha sido también importante no solo artísticamente, sino que muchos de sus alumnos han encontrado en el circo una salida profesional en la que unir su pasión con su trabajo.
La celebración de este cuarto de siglo ha constado de una gala en el TMCE de la que ya pudiste leer una reseña en esta misma página, ha continuado con un festival de tres días al aire libre, que ha constado de distintas propuestas siempre en aforo reducido, con el gel, la mascarilla y la distancia. (La gente que ha estado durante muchos años en contacto con ambientes autogestionados está marcando la pauta de una manera clara a la hora de desarrollar eventos seguros). El aniversario finalizará duante este año con charlas, proyecciones de cine y documentales y otras muchas propuestas.
A la noche del sábado nos llegaba un ofrecimiento doble. De un lado las nuevas alumnas/os de la escuela presentaron en público sus avances con un pequeño número que incluía acrobacias en el trapecio y diversos equilibrios sobre cuerda y pelota.
El plato fuerte lo protagonizaba la compañía Maintomano, con un espectáculo muy visual que reflexiona a través de acrobacias, equilibrios, malabares de escalera y lanzamiento de cuchillos sobre los roles en las relaciones de pareja y en el arte y el espectáculo. Consiguieron rápidamente atraparnos con su lenguaje corporal y dejarnos masticando el mensaje transformador de su actuación.
No somos muy optimistas con el Covid, con la humanidad en general, ni con la deriva de esta sociedad capitalista y voraz, pero es seguro de de esta tormenta de arena algo nos llevaremos. A lo mejor, al menos, volvemos a aprender a disfrutar de las cosas cercanas y pequeñas.
Larga vida a Malabaracirco.