En este mundo transmutado por filtros de instagram, la sola imagen de un pedazo de carne nos parece demasiado explícita y casi obscena. Hay una verdad absoluta en la portada del nuevo trabajo de Obsidian Kingdom. Sólo eso somos, antes de volver a convertirnos en polvo. Una extraña máquina orgánica de sangre y carne. Todos nuestros anhelos y nuestras frustraciones, nuestra sexualidad y nuestro abuso, nuestras crisis de identidad, todo nuestro espacio y nuestro tiempo tienen a la carne como motivo. Un continuo ciclo de creación y descomposición que adorna un libreto con surrealistas evocaciones a Magritte.
Meat Machine ha sido un disco dificil de parir, para una banda en continuo proceso de cambio y maduración. La incorporación de Irene irrumpió como un huracán, revolviendo sus ideas y reorganizando las fuerzas internas y roles de la banda, hasta el punto en que Edgar cedió gran parte del espacio en las voces para este nuevo trabajo. Tras su salida del grupo en mitad de la grabación se encontraron con un cúmulo de canciones que había que reenfocar. Una muestra de sabiduría y madurez vital ha sido no renunciar a sus aportaciones, hay gente que pasa por tu vida y desaparece, en ti queda rechazar todo lo que trajeron al llegar o aprender algo de los momentos compartidos. Han optado por lo segundo y el resultado es espectacular, ya que dota a su nueva obra de unos colores muy distintos a sus predecesores.
Manteniendo gran parte de las voces grabadas por Irene presentes durante toda la obra, han huido, sin embargo, de la dicotomía entre fragilidad y agresividad tan presente en el metal de los últimos noventa. Ambos suenan vulnerables, agónicos, emotivos, desesperados o virulentos. Envueltos en una capa densa y difícil de desentrañar, con miles de matices rítmicos y una enorme variedad de sonoridades, que van desde el metal extremo al trip hop. Siempre fue una de sus virtudes, con Obsidian Kingdom uno nunca sabe donde acaba la influencia de Emperor y comienza la de Portishead. Sorprende encontrarse momentos que nos traen a la memoria a Deftones que son contrapesados a golpe de Push con pasajes en los que predomina la electrónica.
De una construcción tan turbulenta nadie esperaría una digestión ligera. Hay ganchos para colgar la carne, pero no se dejan ver a la primera. Obsidian Kingdom miran clarísimamente a Europa, destacando en un sello tan interesante como Seassons of Mist por su propuesta única y original. Su trabajo picando piedra junto a reconocidos nombres como Myrkur o Enslaved les coloca a un escalón de rozar con los dedos el sueño de ser tratados como iguales en la escena internacional.