El origen del neopaganismo podríamos encontrarlo en los años sesenta. Toda una generación intenta diferenciarse de la anterior. Los jóvenes no reconocen su futuro cuando miran a sus padres, y buscan nuevas formas de interpretar el mundo. Nace el movimiento ecologista, las dos guerras mundiales han dado paso a un periodo de continuo estado de alerta en relativa y fría paz. Aumenta la capacidad de cuestionar las convenciones, y el arte, la filosofía y la ciencia se preguntan, a la par, sobre el sentido y el origen de la vida, las respuestas conocidas no satisfacen, la religión pierde adeptos y deja un vacío a llenar. Los hippies de la costa oeste viajan con ácido, reencuentran y reinterpretan las tradiciones exóticas y antiguas, la convivencia en comuna, la comunión con el ciclo anual, la aceptación de las etapas de nuestro tránsito en el planeta, el lugar de éste en el océano del infinito, el cuerpo humano como contenedor de una chispa única y preciada, y la conexión con un más allá que podría ser sencillamente volver a formar parte del todo, en forma de energía.
En paralelo, los estudios sobre el folklore aumentan de manera exponencial en todos los lugares del mundo, dejando cada vez más a la vista el origen antiguo de muchas de nuestras costumbres, así como la continua suplantación por parte de la iglesia de lugares, objetos y personajes sagrados en otras culturas.
El acercamiento al paganismo es, por supuesto, multiforme. pero desde las corrientes mágicas e incluso satánicas, hasta las más racionalistas todas confluyen en el punto de reconocer que el viaje del ser humano a través de la evolución parece dirigirnos a un lugar oscuro, que nos estamos distanciando de nuestra propia felicidad y que tal vez debiéramos dar unos cuantos pasos atrás y aceptar nuestra vida de forma más sencilla.
Heilung son uno de los mejores ejemplos actuales sobre cómo esa búsqueda de la propia raíz ha fructificado especialmente en el norte de Europa y ha sido reinterpretada y reimaginada a través del folk y el arte. Christopher Juul, Kai Uwe Faust y Maria Franz son grandes aficionados al recreacionismo histórico, la simbología y la espiritualidad. Y conviene acercarse a Heilung desde esta perspectiva, superando la estrictamente musical, si uno quiere disfrutar de verdad de su ritual iniciático.
En el año 2017 debutaron en el mítico evento oscuro Castlefest y su propuesta llamó poderosamente la atención, situándoles inmediatamente a la cabeza de la extensa corriente neofolk – darkfolk y por extensión captando una legión de fieles aficionados al paganismo en cualquiera de sus vertientes. Si bien Heilung no son una banda de metal, su imaginería, su poderosa puesta en escena y su intensa energía conectaron enseguida con el público de este estilo, llegando a ser reconocidos por la Metal Hammer como mejor directo del año.
Con todas las miradas puestas en ellos han bordado un segundo álbum de estudio llamado Futha, y que sería en sus propias palabras el reflejo femenino de Ofnir. Inspirado en las antiguas hechiceras y oráculos, toma como base encantamientos y bendiciones de la poesía islandesa, así como los versos del Volüspá y las profecías del Ragnarok.
Heilung llaman a lo profundo a través de instrumentos artesanales realizados con pieles, maderas y huesos, la producción se mantiene orgánica y el resultado aviva en quién les escucha una llama antigua y arcana, que vuelve a colocarle en sintonía con la humanidad, la piedra, la tierra, el aire, el agua y el fuego, con los animales y las plantas, con la muerte y la vida, en definitiva, con el universo.
Futha no es sólo un disco y Heilung no son, desde luego, sólo un grupo de música.