A Bunbury se le podrá acusar de muchas cosas, incluso de inconsciente, pero nunca de cobarde. Apostar todo por el rock and roll, echarse a la carretera con su banda, recorrer los garitos de Europa sembrando una semilla que nadie esperaba ver crecer, lanzarse a por América Latina y conseguirla. Mandar todo a la mierda con una gira por Japón sobre la mesa. Probar con la electrónica, pasarse a las rancheras, jugársela a una carta montando una carpa de circo, romper el Huracán Ambulante con una gira a la mitad, sacar discos independientes de corta tirada con sus colegas, rendir homenaje a los Panero, producir a grupo desconocidos que nunca acababan de encontrar su sitio en las radiofórmulas, o tirarse a la piscina con conciertos deficitarios por los USA en lugares medio vacíos cuando en otros sitios hubiese tenido el lleno garantizado… y sí, dar su opinión, expresar sus dudas y sus desconfianzas sabiendo que eso podría suponerle una losa incluso a estas alturas.
Pero volvamos a Mayo de 2020. Parece otra vida, pero en realidad no hace tanto; Curso de Levitación Intensiva se publicó sólo siete meses después, y parece que Posible se ha quedado ahogado, con su salida retrasada por el confinamiento, sin una gira de presentación adecuada, con un disco inmediatamente posterior pisándole los talones. Con todas las polémicas asociadas a la postura abiertamente negacionista de Enrique. Una pena, porque Posible es un buen trabajo.
Tal vez saberse bajo la lupa a la hora de intercalar referencias no acreditadas le ha hecho salir del cripticismo y escribir mucho más a las claras. Ya desde el incio Bunbury vuelve a hacer una declaración de intenciones:
Si puedo seguir teniendo fe
Cuando nadie cree ya en mí
Si puedo esperar y no cansarme de la espera y resistir…
Dueño de su vida y de su música, para lo bueno y para lo malo. Derrumbando muros, deshaciendo nudos, rompiendo barreras, y encontrando un lenguaje propio, con influencia directa de mil voces que probablemente siente como suyas (yo que tantos hombres quise ser), pero al fin y al cabo siempre inconfundible.
Como es su nombre el que va en letras de neon tal vez se nos olvide que Bunbury ha tenido básicamente tres grupos a lo largo de su carrera. Con Los Santos Inocentes lleva desde el año 2008, y Ramón Gacías a la batería lleva colaborando con él desde los tiempos de HdS. Este punto me parece importante a la hora de entender que aunque está claro quién toma las decisiones, hay un tejido estable de músicos y colaboradores que hacen que sus vaivenes creativos sean más estables y coherentes. Posible se declina por la electrónica, pero todo lo recopilado por el camino, entre la energía del rock y la teatralidad y el dramatismo de la copla también forma parte de manera sutil de lo que nos ofrece.
En la portada del disco Bunbury se muestra reflexivo y taciturno, su imagen está reflejada en un espejo que probablemente ha roto de un puñetazo en algún momento anterior. Si has visto el documental de California Live!! sabrás que hay momentos en que todo se desmorona, pero también hay momentos de genuino empuje y ganas de seguir viviendo y creando.
Si veo mi casa arder
La vuelvo a construir
Y la vuelvo a perder otra vez
No es este disco tan brillante y rotundo como el inmediatamente anterior “Las Consecuencias” tampoco lo es “Curso de Levitación Intensiva” del que probablemente en breve hablemos por aquí, pero en ese errar constante es en el que construye su camino. Sin desviarse de la norma, el progreso no puede avanzar. Porque sólo permitiéndose fallar es posible que alguna vez se acierte de pleno.