A LA TERCERA NO FUE LA VENCIDA (Y NO FUERON LAS VECINAS)
El pasado viernes, la banda Leona emprendimos viaje a Madrid para tocar en directo. Mientras escribo estas palabras, caigo en la cuenta de que es la tercera vez que vamos a tocar en menos de un año. No está nada mal, para los tiempos que corren. Nuestra primera vez, en junio de 2021, fue una pasada, llenando doble pase en la Sala Siroco. Suena muy bonito, pero hay que matizar que era la época de las limitaciones de aforo en salas y de las odiosas sillas en los conciertos. Y también hay que decir que, en este primer viaje, nos arroparon muchos amigos/as y familiares llegados de Cantabria. Pero, con todos estos matices, fue una gran experiencia para la banda y lo pasamos de muerte. También tenemos un buen recuerdo de la segunda vez que fuimos a la capital. Fue nuestro primer concierto con gente de pie y con casi total libertad de movimientos, algo que necesitábamos tras muchos conciertos ante gente sentada y con mascarilla. Además, pisamos una sala que no conocíamos, llamada El Perro (de la puerta de atrás del coche), donde nos trataron increíblemente bien y donde conseguimos juntar a algo más de cuarenta personas. Un número de asistentes nada despreciable, tocando solos y siendo pleno puente de la Constitución.
Y llegó la tercera.
Salimos el viernes, aunque tocamos el sábado. Teníamos claro que queríamos aprovechar el fin de semana completo para ver a amigos y a amigas de allí, salir por la noche y disfrutar de Madrid. ¡Y vaya si aprovechamos el finde! Durante las semanas previas, sobrevolaba nuestras cabezas cierta incertidumbre sobre si se podría llevar a cabo el concierto. A priori, las restricciones en Madrid no llegan al nivel de esquizofrenia que tenemos que sufrir en otros lugares. Madrid es prácticamente el único sitio de España donde, en los últimos meses, se han podido llevar a cabo actividades musicales con dignidad. Bravo por quienes han tomado estas decisiones. Me la suda el color político de los gobernantes de Madrid, que se encuentran en las antípodas de mis ideales. A pesar de confiar en que el concierto no se iba a suspender por las limitaciones que sufrimos, cualquier inconveniente en forma de positivo COVID, daría al traste con el viaje y el concierto. Pero tuvimos suerte y no hubo que quedarse en casa.
Llegados a Madrid y alojados en un apartamento para cuatro (donde nos metimos cinco), nos tocaba pisar sus calles y sus bares. Tuvimos a unas vecinas de apartamento que eran de Almería, quienes no se animaron a venir al concierto, a pesar de que las invitamos. Pero esto aún no lo sabíamos. Esa noche, quedamos en Lavapiés con bastante gente y la noche derivó hasta momentos que no deben ser contados en esta crónica. Diremos que parte del grupo se retiró a tiempo y, otra parte, se liaron más de la cuenta. Pero, ¡qué cojones! Esto es una banda y si no cometemos algún exceso que otro, ¿qué sentido tendría todo esto? Yo mismo me respondo: NINGUNO.
Una vez recogidos y curados los heridos en combate, nos preparábamos para el concierto. Sábado primaveral en la ciudad que nunca duerme. Comida exótica en la zona de Puente de Vallecas, una pequeña siesta y rumbo a la sala, donde empezaban las pruebas de sonido a las cinco de la tarde. Este tercer concierto en Madrid iba a ser muy especial y la cosa prometía. Nos tocaba formar parte del festival Polar Live Weekend 3, un festival de dos días organizado por nuestra querida oficina de management Polar, con David al frente. Tres bandas por jornada en la nueva sala Cadavra, que no es otra que la antigua sala Costello, pero con nueva dirección, y que inauguraban su programación de conciertos con este festival. El viernes actuaron Rosa Venenosa, La Isla de Ymarxa y Estenopeica. El sábado nos tocaba a Leona, acompañando a los madrileños Celia es Celiaca y a El último mono, llegados desde Barcelona.
La venta de entradas anticipadas no había ido demasiado bien y eso nos preocupaba, no por sacar más o menos dinero de las entradas, que eso es lo de menos, sino por tener un buen ambiente y que fuera un concierto caliente. Pero, como pasa casi siempre, a última hora la cosa se animó y pudimos disfrutar de una buena asistencia, en torno a sesenta o setenta personas. A pesar de no congeniar muy bien con el técnico de la sala, intentamos ser amables pero el pobre tenía un mal día, conseguimos poner todo a punto para el inicio del concierto. Nos tocaba abrir la jornada y eso siempre es difícil, ya que el público está más frío y el alcohol aún no abunda en su organismo. Pero nos daba igual, teníamos cuarenta y cinco minutos por delante para dejarnos todo encima del escenario.
Arranque de concierto clásico, con el bombo sampleado que lanza Fer y que nos sirve para introducir el inicio de “Escalofrío”, una canción que siempre nos funciona muy bien para abrir nuestros shows. Enlazamos con “Mi Viaje”, donde Esther presentó a la banda y ya estábamos a tope, metidos en el bolo al cien por cien. Sin parar, llegaba “Tres”, que casualmente iba a ser el tercer tema del día y que nos regaló una buena dosis de intensidad. Tras este inicio de tres canciones sin descanso, llegaba el momento de coger un poco de aire y dejar margen para los aplausos. Lo justo para afinar, dar un trago de agua y continuar con “Mi refugio”, seguida por “Drama Universal”, introducida por el bajo machacón de Gerar, donde la cagamos un poco por no poner la cejilla de la guitarra donde correspondía. Mea culpa. Seguimos con “Nada puede salir mal”, una de nuestras primeras canciones y que es imposible quitar del repertorio, ya que no podemos privar a la gente del taconeo y los bailes flamencos que se marca Esther en este tema. Después le tocó el turno a “Cállate”, donde empezamos a escuchar los rugidos de la gente en los estribillos. Mitad de concierto y se había pasado como un suspiro. Nos pasa siempre, te tiras semanas o meses preparando un bolo y, cuando llega, pasa tan rápido que ni te enteras. La magia de la música o lo que sea.
Este fue el primer concierto en Madrid en el fuimos cinco sobre el escenario, puesto que David, nuestro teclista y última incorporación a la banda, aún no estaba en la banda cuando estuvimos anteriormente. En este momento del concierto, David y su teclado se convertían en protagonistas, interpretando, junto con la voz de Esther, el inicio de nuestra particular versión del “King George” de Dover. Un temazo y nuestra única versión de la noche, que sirvió para que el público se viniera arriba y ya no les dejásemos bajar. Llegaba uno de los momentos que más nos preocupaba y, a la vez, más nos apetecía disfrutar a la banda. “Extremoduro en Madrid” es el título de la última canción que hemos compuesto y, después de prepararla a conciencia en los últimos ensayos, llegaba el momento de sacarla del local de ensayo y enseñarla al mundo. Sabíamos que teníamos que estar concentrados al máximo para no cagarla, ya que le faltaba el rodaje que tienen el resto de canciones, a pesar de que en la prueba de sonido la hicimos sonar bastante bien. Puedo decir que: prueba superada. La canción sonó como lo que es, un cañonazo. Y, qué mejor sitio para estrenarla que Madrid, ciudad en la que no pudimos ver a Extremoduro en la gira de despedida que se tuvo que posponer y, finalmente cancelar, por el puto coronavirus. De eso va la canción y nos encantó el recibimiento que tuvo.
Estábamos en la recta final del concierto y lo empezaba a sonar “SDR”, un cachito de la noche santanderina en la gran ciudad. Llegábamos al momento de los agradecimientos y seguro que nos quedamos cortos, pues no podemos estar más agradecidos a la gente que hizo posible este concierto y, sobre todo, a quienes vienen a vernos cuando visitamos Madrid, que nos dan su calor y ganas de volver mil veces más. La anteúltima fue “Programa Espacial”, nuestra canción más emotiva y, desde que la estrenamos, la que más suele gustar a la gente que viene a nuestros conciertos. Para acabar, no podía ser otra que “Leona”, nuestro pequeño himno, donde la gente ruge por última vez en la noche con nosotros.
Cuarenta y ocho minutos de concierto (sí, nos pasamos un poquito de nuestra hora, pero fue sin querer) y acabamos exhaustos. Pero no había tiempo para lamerse las heridas, ni para saludar, ni para nada. A toda hostia a recoger nuestras cosas para dejar el escenario libre a la siguiente banda. Recogimos en tiempo récord, inevitable caos mediante. Cargamos la furgoneta, la aparcamos y a celebrarlo. Al terminar el festi, nos fuimos de fiesta a la Wurlitzer Ballroom, un garitazo guapísmo donde estuvimos de fiesta hasta que cerraron. Seis de la mañana y regresamos al apartamento todos reventados (todos menos uno, que durmió en casa ajena, ¡bravo!).
El domingo, maleta de resaca, últimas visitas a familiares y amigos y vuelta a Cantabria. Con buen sabor de boca, sin duda. Nos lo habíamos pasado muy bien y había sido uno de esos viajes épicos que toda banda recuerda con el paso de los años. A pesar de ello, se me queda una pequeña sensación de decepción. Tercera visita a Madrid y no sentimos que nuestro público aumente. Sabemos que es difícil sumar nuevos seguidores a la causa y cuesta muchísimo que te vaya a ver gente que no sean amigos/as o amigos de amigos. Pero es lo que hay y no nos rendimos. En noviembre, volveremos por Madrid y a seguir picando piedra mientras nos lo pasamos de puta madre. ¡Ruge Leona, ruge con fuerza!.
Texto: Toño González Gallego.
Fotos: Manolo Pérez.