En estos días extraños andamos siempre con la cabeza en otra parte. La sombra de la guerra hace replantearse las rutinas y el sentido de nuestras pasiones y aficiones, replegarnos a lo mejor a lo mínimo, o por el contrario mirar al frente y asumir que la patria por la que estamos dispuestos a morir es la familia, los amigos y el rock and roll. Defender lo bello.
Con esos ánimos llegamos al New que a las 20:30 aun mostraba un vacío desolador, que por fortuna fue cogiendo buen color y ambiente durante la siguiente media hora hasta el inicio del concierto. Rato que aprovechamos para charlar un poco con Mario, teclista de Drunken, un grupo con el que cada vez sentimos más afinidad, no sólo por sus incontestables discos y directos, si no por su perspectiva y objetivos en la música. Disfrutar y abrirse camino propio, sin chorradas y sin humo.
Veníamos sospechando que una banda ganadora de una buena ristra de concursos tenía que funcionar como un reloj sobre las tablas y en el New dejaron esa idea absolutamente subrayada. Haberse batido el cobre en la Metal Battle de Wacken ya es prueba de ello, pero es que además cada uno de sus miembros cuenta con solvencia y experiencia sobrada, y lo que es más difícil, funcionan también a la perfección como conjunto, no sólo de manera musical, si no con la dinámica propia de lo que debería ser un concierto de rock and roll. Energía e interacción.
Entre canción y canción hablaba con Txutxy y Sonia Toledano sobre los conciertos grandes y los chicos. Sobre la diferencia entre las entradas de 160 pavos y el ampli del bajista golpeándote en el pecho en un tú a tú. No hay porqué elegir, pero si hubiese, me quedo con esto. De largo.
La solidez de Kay y Fran, sin estridencias pero como vigas de acero sosteniendo el edificio. Las evoluciones de Diego en la guitarra que nos traía continuamente a la cabeza al los grandes del rock de finales de los ochenta y principios de los noventa, Mario Herrero poniendo la guinda de los teclados ante las aclamaciones de “Ese Lord!!” por parte del público y Michael dando la cara y un pelín de vello púbico. Un cantante con descaro, cara dura y simpatía que lleva sin problemas la tarea de involucrar al público además de ser más que solvente defendiendo sus temas, a pesar de sus continuos “no puedo más”. Dice Bruce Springsteen que hay que tocar hasta desmayarse en el escenario o es que no te has esforzado, pues Michael terminó empapado de champange y rebozándose por el suelo. Yo creo que pasa el corte.
Por si el repertorio de sus dos álbumes fuese poco nos regalaron versiones de Purple, Whitesnake y Free que fueron un claro punto extra a sumar a un concierto que nos llenó de buena energía en una noche bien oscura.
Las carreteras entre Cantabria y Asturias se han acortado un poco más y estoy seguro de que sus visitas serán cada vez más frecuentes. Nosotros haremos lo posible. De momento les tendremos otra vez en el New el 29 de Abril junto a Orion Child, Herejía e Hibernia en el forjando Leyendas. Se la juegan con otras dos buenas bandas, veremos quién se lleva el gato al agua, aunque francamente, tampoco es lo que más nos importa.
Texto: Oskar Sánchez
Fotos: Sonia Toledano