Camino del concierto de presentación que Medussa hacía de este disco, una da las personas que nos acompañaba se enteró, con cierta cara de susto, de que íbamos a ver a una banda… ¡¡totalmente instrumental!!. Ya de vuelta “reconocía” que no había echado de menos la voz en ningún momento. Y esa es quizá una de las primeras virtudes que saltan a la vista de este grupo, una banda cántabra de post-rock-metal-ambiental “ocomoquieraquesequieranetiquetar” que llevan dando caña desde 2012.
Ahora bien, llevar esa sensación del directo a un disco que puedes escuchar detenidamente en tu casa puede ser harina de otro costal, y la verdad es que Medussa lo vuelven a conseguir con su segundo trabajo ‘100 Millones de Años’, pero sólo dos años después de haber debutado con su álbum ‘Ocho’ allá por el 2014.
Lo primero que sorprende de este disco, de nuevo con la idea preconcebida que produce una banda instrumental, es el gran número de páginas del libreto que se han currado. A falta de letras, contiene un cuidado diseño para ambientar cada tema (a estas alturas no me atrevo a decir canción) con el título del mismo. Algo que se agradece para escuchar a la vieja usanza: en el sofá, con auriculares, una cerveza y el libreto en la mano.
Ya dando a la oreja a “100 millones de años”, llama mucho la atención lo crudo que es el sonido, a ratos casi garaje, pero con las mil capas de guitarras creadas por Fernando Navarro y Jova, que crean ambientes muy ricos en texturas y arropada por una base rítmica realmente sólida tocada por Javi Arias y Pablo Vázquez.
El primer tema ‘Distopía’ es toda una declaración de intenciones, en la que ya presentan envolventes secciones atmosféricas que evolucionan a riffs aplastantes y viceversa, una dinámica que se repite a lo largo de todo el disco a través de cientos de caminos diferentes y llegando a un punto realmente álgido en ‘Carbono’, mi pista preferida y segunda del disco, con un final de los que peinan pa’ tras.
Si bien es difícil hablar de temas concretos en un disco que se deja escuchar de principio a fin como unidad, cabe destacar el sintetizador de mano de The Driver que suena en ‘Isla Pedrosa’, el corte más posado de la grabación, así como el último, ‘Manumisión’, que te deja con un estado de Nirvana de esos de “todo ha acabado para bien”.
Y hasta aquí la rajada, que son quizás demasiadas palabras para una banda que no dice ni pío, pero que son dignos de escuchar.
Comentario por Juan Manuel Pinto
Fotografía por MEDUSSA