Desde el día que la noticia de la muerte de Lemmy nos cayó encima como un cubo de agua fría (esperado, pero no por ello menos fría) le he estado dando vueltas a los recuerdos intentando rememorar, con nulo resultado, en que momento contacté por primera vez con su música.
Ha habido grupos y discos en mi vida que me han causado un primer impacto tan gordo que se quedó imborrable para siempre en mi memoria. Motörhead no. Motörhead parece haber estado ahí desde siempre, acompañando nuestro camino desde antes de que empezásemos a caminar. No me declaré ni me declararé el mayor fan, nunca hice mucha intención de que sonasen continuamente en el programa y sin embargo ahí está nuestro archivo para constatar que nunca han faltado, que por unas o por otras aparecen mencionados y pinchados continuamente durante estos últimos veinte años.
Por lo que vengo hablando estos meses con muchos de mis amigos parece que es un caso bastante común. Motörhead representan la solidez y la honestidad de una carrera dilatada sin sobresaltos, y tal vez en este tiempo más que un puñado de seguidores ciegos y acérrimos consiguieron algo mucho más importante, el saludo respetuoso de toda la comunidad rockera y metálica.
Una vez, hace muchos años Jimenez dijo algo así como “No he escuchado el nuevo disco de Motörhead, pero escuché uno una vez”. Si, que más da. Nunca quisieron dar sorpresas, pero tampoco dejaron de ofrecer pura y sencillamente Rock and Roll “All I know is who I am, I’ll never let you down, the last one you can trust until the end” y ahora que Bad Magic ha puesto el punto y final definitivo sabemos que descalzarse las botas nunca fue una opción. Como en un testamento premonitorio Lemmy cantó hasta más allá de la rotura de su voz “Victory of Die”, sin respetar más normas que las asumidas por propia convicción “Believe in what is right, what’s right for you tonight, Who knows what the fuck it’s all about”.
Dicen que en el último momento, justo antes de morir el miedo vuelve creyente hasta al más ateo; Lemmy prefirió dejar un epílogo a su vida en forma de cover de los Rolling Stones, aclarando la nula intención de purgar sus pecados y dejando patente de nuevo su clara disposición a vender su alma a cambio de un chupito de Single Barrel en el bar de Lucifer.
Comentario por Oskar Sánchez
Fotografía por MOTÖRHEAD