“Xibalbá” es el cuarto trabajo de la banda cántabra MEDUSSA. Una creación en la que hasta nueve sellos discográficos ha puesto la edición, y los cuatro músicos que conforman este proyecto han puesto el alma, el sentimiento, los sentidos, el corazón, la música… y pongo la música separado del resto, porque “Xibalbá” es mucho más que música. Es una parte y a la vez es todo. Un conglomerado de sensaciones, que para mí, los ha metido de lleno en la liga de los grandes. La de los Toundra, Jardín de la Croix, o el Altar del Holocausto. Cada uno con su propia personalidad, pero haciendo del post-metal instrumental su principal influencia.
Comienza la aventura con “El Cerro” a modo de intro. Atendiendo a la definición de cerro, se trata de una “elevación natural del terreno de poca altura y aislada, donde generalmente abundan riscos, piedras o escarpas”. Me encanta la definición a modo de metáfora, ya que ese cerro es en el que podríamos estar sentados solos, aislados, con la mirada perdida, observando desde la altura esa abundancia de riffs, afilados, sobresalientes unos de otros, creando un paisaje abrupto en la cercanía, pero perfecto en conjunto. Así es “Xibalbá”.
El primer tema que nos encontramos es un buen resumen del álbum a modo de influencia. Riffs oscuros, melancólicos, contundentes, retorcidos, pero de entrada fácil. No me extraña que comparta el mismo nombre que el disco. Oscuridad y contundencia desde el principio que da el testigo a “Ningen Sengen”, tercer corte del álbum y que no se pierde en “Terror Hazá”. Épica desde el comienzo, es un tema muy heavy, con un riff principal capaz de meterse dentro de ti y acompañarte durante días. Muy meritorio en un trabajo instrumental, pero que MEDUSSA consigue como si de los propios Gojira se tratase. Mi favorita del disco, aunque siendo los franceses mi grupo número uno, estaba destinada a ello.
“Ukase” nos vuelve a poner los pies en la tierra, o en ese cerro del que hablábamos al principio, siguiendo la estela general de “Xibalbá” para pasar a la enrevesada “Autodomesticación”. Esta última creo que sólo viene incluida en la edición digipack-CD, que es la que yo tengo pero que se puede escuchar en los canales oficiales del grupo. Aprovecho para destacar la edición del digipack, sencillo pero muy elegante, con el color blanco predominante en todo el artwork, contrastando con el negro de la serigrafía, y el color naranja del plástico imitando a la edición en vinilo.
La séptima posición es para “Anosognosia”, con un comienzo muy psicodélico que recuerda mucho a Russian Circles (otros de los grandes del género), terminando con un doom heredero de los Black Sabbath más pesados. Aquí las influencias no paran de aflorar.
“Morpho Azul” es el broche final a este cuarto álbum que consolida a la banda (repetir formación respecto al anterior trabajo creo que les ha beneficiado, asentado, y ayudado a clarificar el camino a seguir). Un corte de nuevo muy gojiresco, donde parece que los hermanos Duplantier hayan estado enredando de nuevo, volviendo a sus raíces, las de la etapa del Terra Incónita, la más experimental y oscura, pero en una versión actual más contundente.
La aventura está terminando, y para mí ha sido un placer reseñar desde este cerro uno de mis discos favoritos de este 2022, y que sin duda merece tener un hueco entre los mejores álbumes nacionales del año. Lo bueno de los discos, es que la aventura puede ser vivida las veces que quieras, y al igual que los libros de elige tu propia aventura, con “Xibalbá”, en cada viaje vamos a encontrar nuevos caminos que explorar.
Dave