Venga, prepárate que nos vamos a Torrelavega a ver un concierto. ¿A Torrelavega? – Me pregunta mi hija con cara de incredulidad. – Pero si ahí no se puede… – Es más complicado, le explico, no se puede dentro de los bares, pero en la calle, con un permiso especial sí. – Pero… fuera molestará más que dentro, pregunta. – Ya ves – le digo – tú, con ocho años recien cumplidos, ya lo has entendido, y sin embargo ellos, todavía no.
Como fuere, por cualquier rendija por la que podamos colarnos siempre estaremos al lado de la música, y en contra de quienes quieren hacer de ella algo excepcional. Como si no fuese parte de cada puñetero minuto que vamos a pasar sobre la faz de la tierra.
Ahí se lió la manta a la cabeza el Dr. Farfisa, al sonido Oscar de Diamantes Musicales, por allí andaba también Pablo Z, en fin… los de siempre remando en contra de la marea por hacer de Torrelavega un lugar habitable y digno para la música.
Mercadillo navideño y pequeña carpa por si llueve. Nos pillamos unas cervezas en el Kuman. No estamos muy seguros de si al borde de 2023 todavía se puede beber en la calle, pero a la mierda ya con las chorradas. Feliz año nuevo y tal. Comienza Víctor Teira con repertorio propio y poco a poco se van acercando curiosos.
Su música siempre nos retrotrae a los setenta, tiene cierto aire dylaniano al cantar y no puede disimular, ni quiere, que ha creciedo entre una gran fonoteca plagada de clásicos. Para hacer la cosa más amable terminó con algunas versiones de Chuck Berry, Oasis y Coque Maya que acabaron por animar a los más tímidos centraron la atención de los paseantes del mercadillo en el escenario. Buen comienzo.
De segundo plato teníamos una propuesta muy “Argumosa”. Estrella Fugaz ha estado recientemente actuando en el Musli. Por lo que he podido aprender sobre Estrella Fugaz estos días, es un proyecto en solitario que viene desde Madrid de la mano de Lucas Bolaño. Anda en el entorno de los Templeton, y de hecho, cuando toca con la banda completa, su teclista es Betacam.
Lleva un rollo bastante intimista, en el que conjuga secuencias con una guitarra lleva de efectos y unas letras plagadas de referencias ochenteras. Me pareció interesante, pero me quedé con ganas de haberle visto a trío. El escenario era grande y se quedaba un pelín frío con las actuaciones individuales.
Para finalizar R.A.D demostraron que tienen el respaldo de un nutrido grupo de seguidores que aparecieron de la nada para su concierto. Desde la última vez que les vi parecen haber evolucionado su sonido. Bromeaba con German sobre los cortes de pelo que les han hecho pasar de los noventas al inicio del XXI, pero tal vez no sea sólo eso. Han cogido al castellano por los cuernos y se atreven ahora a mostrarse más desnudos, con las letras en tu cara. La actitud crece, la acústica desde la silla a punto de estallar provoca una extraña sensación de contención, mientras la voz evoluciona en subgraves y rueda por el suelo y la batería carga el conjunto de matices. A pesar de las marcadas influencias el resultado es a día de hoy personal y poco comparable a nada contemporaneo. Eche de menos más referencia a las sesiones de Vindio, pero entiendo que quisiesen presentar el nuevo material.
Volvemos a casa contentos, y de nuevo preguntándonos porqué tenemos que esperar a las fechas rojas del calendario para poder disfrutar de nuestra forma de vivir. Queremos una Torrelavega viva y activa cada día del año. Tras las navidades viene la cuesta de enero. Nos veremos la cara en la calle.