Los Beast in Black se embarcaban en su gira europea el viernes en Portugal y el domingo ya tenían el primer “sold out” en Madrid. Vienen presentando su último disco, “Dark Connection”, y como les pilló la pandemia para grabarlo y tardaron más de la cuenta en sacarlo, las correspondientes giras también las están alargando. Vienen arropados por los griegos Firewind, que es un grupo más veterano pero que no ha llegado a dar el pelotazo que están dando estos finlandeses.
Desde temprano ya se acercaba la gente a hacer cola al lado del autobús de la banda, idóneamente aparcado en la puerta de la sala Mon, y más allá de éste, claro. Así que los que al ser domingo no teníamos nada mejor que hacer que ir a esperar allí pudimos ver a los artistas subir y bajar en su momento de preparación pre-concierto. Momento que me alegro que fuera de tranquilidad y no hubiera gritos de fangirl ni nada así perturbador para esta gente que quizás no sean tan conocidos aún, pero seguro que lo serán. La sala está incrustada en el edificio tanto que no llegaba ni la señal del móvil, así que no quedó otra que conversar con el prójimo o debatir sobre qué se escondería detrás de las telas negras del escenario o qué canciones incluirían o no mientras esperábamos dentro.
Abrieron los Firewind tras sonar por los altavoces el Big Gun de AC/DC, tema que quizás les sirva para entrar a tono, pero que no les pega ni con cola. Esta banda pertenece a ese arco de bandas de power europeas que llevan pila años sacando discos que acaban irremediablemente en la seccion de heavy de Discos Cucos (siempre me encuentro CDs de Masterplan y suyos). La banda está liderada por el guitarrista Gus G. que creo que no es oriundo de la zona helena… de hecho yo pensaba que era español, pero empleó demasiado bien el inglés y solo llegó a decir el típico “de puta madre” (mi confusión debe ser con el Jorge Salán o alguno de estos). El bueno de Gus se hace acompañar de un jóven batería que demuestra su fuerza y energía con cada baquetazo (de hecho al principio salió un poco fogoso y mandó a volar unas cuantas baquetas, pero sin fallar los golpes, ojo); un menos jóven bajista, que lo demuestra con su seriedad y su bass face inmutable excepto cuando levantó el puño tres veces durante el bolo; y por último un cantante que debe llevar más tiempo porque su timbre me sonaba de los discos (siento no saber ni los nombres de ellos ni de sus obras, pero para qué nos vamos a engañar, algunos habíamos ido a ver a Beast in Black principalmente).
Eso no quita para que disfrutáramos de la cuarentena de minutos que tocaron: empezando dos minutos antes de lo previsto, por cierto. No faltaron temas relacionados con fuego como World on Fire o Rising Fire y temas de cosas griegas como la Oda a Leónidas… Sí que eché en falta temas de viento, pero quizás no les interese ese aspecto. Tampoco faltaron los solos de Gus y la guitarra con luces led, pues no querían quedarse atrás en el tema de efectismo visual y luces de neón propio de la noche. Les dejaba poco espacio para moverse el hecho de que la batería de Beast in Black venía en una jaula que parecía tan grande como la de los osos de Cabárceno, pero supieron llevarlo bien, eso sí, los de la parte izquierda no pudimos ver a Gus solear de cerca.
Durante el cambio de equipo ya fuimos viendo algún detalle curioso de la decoración del escenario, como la calavera en la batería que nos recuerda a la estética de sus videoclips más varoniles, o el peluche de reno que nos recuerda que vienen de Finlandia. Pero el plato grande lo reservaron para justo antes de saltar a tocar: las peceras con maniquíes de droides de laboratorio y las tablets que aparentaban ser los controles que mantenían con vida a aquellos seres de plástico… todo muy bien montado e iluminado con leds de colores.
Comenzaron el show con el tema que han sacado como video en YouTube hace poco, Blade Runner… así que podéis checkearlo para haceros a la idea de que es una banda a la que le gusta hacer el ganso, pero vistos en vivo es aún más exagerado. Aquí le tengo pues que dar la razón al director del programa que comentaba sus impresiones del Z live de Zamora: que era un grupo muy divertido. Y no solo porque la música con bases discotequeras invite a ello o que el guitarrista rítmico (aunque con muchos solos) no paraba de posar con muecas para todas las cámaras que veía, es que en general se les notaba que se lo pasaban bien y lo estaban transmitiendo al público.
Mención aparte merece la estética, ya he reseñado el escenario pero es que ellos no se quedaban cortos: desde el susodicho guitarra que combinaba osadamente el verde chillón con el rosa, hasta el bajo en forma de demonio removiendo pócima, pasando por el cantante, Yanis, y su elegante atuendo largo. Me detengo ya que le he mencionado para destacar que no solo tiene una capacidad vocal flipante este hombre, alcanzando unos agudos que ya los querría alguna cantante, sino también por su carisma. Como frontman sabe conjugar la agresividad que exige el género con el sentido del humor, la emotividad y también esa gran virtud que es meterse con alguien sin que se entere (pasó cuando pidió silencio para la balada Oceandeep y una panda empezó a corear… esa balada fue uno de los momentos estelares, por cierto, con un océano simulado con las luces de los móviles).
Según iban tocando canciones pasaba una cosa: pensabas que ya habían tocado el hit de la noche por lo bueno del tema, por el empeño que le ponían y por cómo nos animábamos la gente… ¡pero es que el siguiente siempre era igual o mejor! Excepto cuando tocaron Revengeance Machine, que desentonaba un poco y yo creo que la metieron para demostrar que también saben tocar potente. Por contra, destaco el momentazo de que cante el público la letra en Born Again, que, para una banda con tan solo 3 discos, debe ser muy reconfortante.
Para finalizar os dejo con la diatriba que tuve yo: verlos de cerca para apreciar todo ese buen rollo que transmiten con su guasa, o verlos un poco más apartado pero con el sonido de la voz y de las bases bien empastado… cada cual que elija sabiamente. También me topé (un poco de salseo metalero) con la mitad del grupo Celtian y Dani Dinamita, para que veáis que es un grupo valorado entre las esferas musicales de este país… o algo. Como nota le pondré a este viaje cibermetalero, o a Tokyo, como lo definió el propio Yanis con una de las últimas canciones: 300 mateitos (por incidir más si cabe en el sabor griego de la noche).
Texto y fotos por: Mateo Domingo