Nos situamos en los inicios de 1979. Algunos acabábamos de dejar atrás los pañales mientras el país ya empezaba a creerse que el dictador había muerto. Aunque el ruido de sables era una banda sonora sutil, pero constante, la población comienza a acostumbrarse a saborear con libertad los frutos proscritos durante 40 años, entre los que se encuentra el rock, con algunos grupos que ya llevaban más o menos tiempo funcionando: Bloque, Asfalto, Fresa, Coz, Triana, Ñu,…
Y es de estos últimos de donde había salido zumbando Rosendo Mercado, poco más de un año antes y tras diversos choques con José Carlos Molina, para rápidamente unirse al bajista Chiqui Mariscal (con quien ya había tocado en Fresa) y al batería Ramiro Penas (hasta entonces músico de Coz) para formar Leño.
El grupo ya se había estrenado en mayo de 1978 con el single “Este Madrid / Aprendiendo a Escuchar”, editado por Chapa Discos, sello auspiciado por el locutor Mariskal Romero bajo el paraguas de Zafiro Records y que en poco tiempo se convirtió en baluarte del rock en España. El single tuvo una gran aceptación y actualmente es una pieza difícil de conseguir.
Pero vayamos a lo que nos ha traído aquí: el primer larga duración de Leño, con el que no se esforzaron mucho buscando un nombre: Leño. El álbum se abre con Castigo, un tema que, por estilo y extensión (10 minutos y medio), parecería llevarnos al nacimiento de un grupo de rock progresivo que no dio señales de vida en el single anterior. La canción también incluye pasajes más psicodélicos y otros más cercanos al hard rock. La letra, escueta y enigmática, contribuye también al despiste. Esta canción está lejos de ser recordada o incluso reconocida dentro de la discografía de Leño por buena parte del público rockero, pero sin duda alguna merece la pena pinchar este disco sólo por escucharla. La canción cuenta con el acompañamiento a los teclados del productor del disco, Teddy Bautista.
Tras esta llega El Oportunista, un giro contundente hacia el rock más callejero de la época, con algún tinte hasta cercano al blues dentro de su dureza. Y la letra, sin tapujos, ácida e incisiva, atizando a quienes se arriman al sol que más calienta en cada momento, eterna discusión en este nuestro rock. Siempre existió el rumor de que la letra iba dirigida a Ramoncín, juzguen ustedes.
La cara A del Lp la cierra El Tren, canción que Rosendo había compuesto junto a José Carlos Molina en Ñu y que este acabaría también grabando unos años más tarde bajo el título de El Tren Azul (merece la pena escucharla). Con un ritmo más tranquilo, contiene una muy interesante conversación entre guitarra rítmica y solista que después supieron adaptar en directo al formato trío con solvencia, así como un riff de guitarra tan constante como reconocible a día de hoy. La letra revive un viaje en LSD de una forma que parece bastante acertada. En esta ocasión Teddy Bautista les acompaña con a la armónica.
La cara B, al igual que lo que sucedió con el comienzo de la A, parece sugerir una nueva inmersión en el rock progresivo en Este Madrid. El efecto dura un par de minutos, girando después hacia un sonido más urbano y reconocible en la banda, pero dejando la puerta abierta a un nuevo giro musical durante los casi seis minutos que dura. La melodía se completa en la parte final con el teclado de Teddy, que va ganando presencia a medida que la canción acaba. La letra, canción protesta en estado puro y tan vigente ahora como hace 44 años, nos ha dejado uno de esos estribillos míticos que poca gente se ha resistido a entonar alguna vez, ya seas oriundo o forastero: “Es una mierda este Madrid, que ni las ratas pueden vivir”.
El siguiente paso, nos lleva a La Nana, canción netamente instrumental más allá de la melodía vocal que da sentido al título. Ocho minutos de canción, de los cuales más de cinco, repartidos entre el comienzo y el final, transitan por una melodía lisérgica que acompaña a la voz. Y en medio, nuevamente un viaje por el rock progresivo por el que el grupo parecía nacer muy atraído. Personalmente, esta canción me recuerda mucho a nuestros queridos Bloque.
Con Sodoma y Chabola vuelven a un sonido más rabioso, con varios cambios de ritmos y una muestra más de que estamos ante un disco creado sin ningún complejo y dejando de lado el qué dirán. En esta ocasión la letra es de María Fernanda de Andrés, que un tiempo después les aportaría también la letra de Cucarachas.
Para cerrar el disco nos encontramos con Se Acabó!!!, una canción instrumental con guitarra acústica, que nos deja una melodía tranquila y dulce, con cierto aire medieval, volviendo a mostrarnos el eclecticismo de este disco.
La producción del álbum corrió a cargo de Teddy Bautista, bastante prolífico en esas tareas por aquella época, antes de optar por otras actividades con un resultado más cuestionable. Su trabajo en este disco es notable, más aún si tenemos en cuenta la complejidad de sacar adelante un álbum que abarcaba un horizonte tan amplio.
Como último detalle, cabe añadir que el bajo de El Tren fue grabado por Tony Urbano, que se incorporó a Leño ante la espantada de Chiqui Mariscal, que abandonó el grupo cuando el disco estaba prácticamente grabado. Esta circunstancia fue plasmada en la portada del disco, en la que se ve a Chiqui saliendo por la derecha mientras Tony llega por la izquierda. Y ahí permaneció Tony hasta el final del grupo.
La presentación del vinilo venía en una portada doble (conocida actualmente como gatefold) con fotos del grupo y letras en la parte desplegable, acompañado todo ello por la desagradable imagen de una rata muerta y una hojilla con un cómic en el interior. Una presentación notable para la austeridad que solía marcar el diseño de los discos de la época.
Como seguidor y fan declarado de Rosendo y Leño, he de decir que probablemente este sea el disco que más me gusta de ellos, lo cual no deja de ser paradójico si tenemos en cuenta que se sale de la línea global de su discográfica y es el que menos “himnos” para la historia nos ha dejado.
Chema Fak
Fuentes: Discos, Wikipedia, Biblioteca Nacional, diversas webs de rock y la amplia sabiduría de internet.