Sólo hay una cosa que le tengo que agradecer a la ultraderecha más rancia de este país; descubrirme a Zahara y este disco indispensable. Un repaso rápido a las redes me hizo consciente de que un trabajo tan rotundo y maduro llega después de veinte años de carrera. Si no llega a ser por su sucio dedo acusador, probablemente no lo hubiese escuchado. Fue su incapacidad para entender mensajes complejos, y su campaña de descrédito y espumarajos, la que me hizo empatizar y la que finalmente lo puso ante mis oídos.
Con las dos Marías como referentes bíblicos, la vida de cualquier mujer se juzga hacia uno u otro lado de la horquilla, Ángel del Hogar o Femme Fatale, Santa o Puta. Pero son las mismas manos, y los mismos pechos, para el hijo y el amante. Puta y Madre. Puta, Santa e Hija. Hija de Santa, Hija de Puta. Este álbum está purgado tras años de terapia, hasta el día en que Zahara se harta y decide salir a la calle y gritar que sí, que está dispuesta a llevar una banda azul con el nombre con el que la insultaban en el patio del colegio y gritarlo tan alto hasta que ya no signifique nada. Que ha dejado atrás los años en los que se dejaba maltratar y está dispuesta a devolver el golpe. Puta, reputa. Ya libre de remordimiento cristiano. Ponerse de rodillas, meterse los dedos y vomitar.
El choque de trenes con Martí Perarnau IV hace que esas historias brillen con la profundidad de la electrónica. La voz de Zahara transmite mil sensaciones que van del dolor a la derrota, la rabia, la dulzura, la entrega al momento presente… en gira, las canciones crecen hasta lo insospechable, Manuel Cabezalí pone el contrapeso perfecto para que todo fluya en un universo propio que navega entre el rock y la rave. Zahara baila, se deja llevar desnuda frente a todos, como cuando a las cinco de la mañana ya no te importa nada.
Su salto regresivo a la verdadera independencia creativa y de negocio hace que la versión completa de Puta sea un lujo de sostener. Completo y perfecto en todos los sentidos, una obra artística que merece ponerse en una vitrina, un disco que tras dos años sigue girando en nuestro reproductor y dejando entrever más y más capas. En nuestra opinión uno de los más sinceros, desgarrados y valientes que se han hecho en toda nuestra historia musical.