Desde que tengo uso de razón y autonomía para ir a conciertos vengo escuchando en la sección de agradecimientos lo de “Lugares como este son esenciales para la música”, un Déjà Vu que se retroalimenta con los años. Tengo la sensación de que siempre hemos vivido en una reserva, como los indios, como los animales en peligro de extinción. Como todas las cosas que no producen, y el capitalismo odia. No se si por dejadez, por ignorancia o por incompetencia, ayuntamiento tras ayuntamiento, en un lugar o en otro siempre la misma historia. En Torrelavega, seis años para redactar una ordenanza para permitir conciertos en los locales del centro, otros tantos para habilitar un espacio municipal en el que se puedan ofrecer conciertos de aforo medio, brindis al sol como el “laboratorio cultural de la estación de Sierrapando” que nunca pasan de promesa electoral, que ni se piensan, ni se consultan, ni se concretan… y luego lo del Espacio Creativo J.M. Illera; Dos años esperando la ampliación de los locales para alojar a una lista de espera que ya supera con creces a lo proyectado, y una situación administrativa chapuzera y parcheada por absoluta ineptitud de los responsables municipales.
Nos hemos acostumbrado a movernos como fugitivos, en la semiclandestinidad. Saltando de un lugar a otro, sabiendo que siempre tenemos los días contados. Como si en lugar de hacer música estuviesemos traficando con armas.
Cerca de un centenar nos reunimos, pese a todo, para la triple cita. Crecemos como el musgo, que nadie planta y nadie riega. La primera piedra iba tallada por las dos caras. Guitarra y Batería. A golpe de riff gordo, y grito primitivo. De momento sólo hay dos temas en su Bandcamp, pero se que ya han grabado su primer disco, que esperan publicar en breve. En él esperamos encontrar parte de los temas que interpretaron anoche, y de entre los que me llamó la atención el dedicado al recientemente desaparecido Bar Kalimba de Corrales. Tuvieron una noche algo accidentada, con acoples al inicio y un ampli roto que enfrió un poco el ambiente, pero aun así lo sacaron adelante con aplauso generalizado. Tenía muchas ganas de verles, porque Toro de Los Bancos me les había puesto en un altar. Buena primera toma de contacto.
Siempre me ha parecido que tener un buen batería es tener media banda hecha, y en el caso de Lodor axioma se cumple a la perfección, porque además son sólo dos. Parece que el formato dúo era la clave de la noche. Vienen desde Bilbao, y traen un puñado de riffs ruidosos directos al cuello, gritos rabiosos y una clave rítmica que no te deja en paz ni un segundo. Energéticos y ultravitaminados. Fueron el descubrimiento de la noche, porque era de los únicos que no tenía ni una pista. En su bandcamp descubrimos que tienen editada una Demo, un EP y un Split en cinta con The Covenant que podíamos encontrar en la zona de merch. Si alguna vez se les encuentra tal vez pueda contratarlos. No dejéis de hacerlo, porque te sacuden el polvo de encima. Tienen un tema dedicado a Zangief del Street Fighter, minipunto friki, todo bien.
A Gagarin les conocíamos gracias a la reciente visita de Conspiración de Iguales al programa. Su propuesta se mueve en terrenos cercanos al ambient y al drone, con inspiración temática en la carrera espacial, desde el lado soviético. La ambientación visual es inmersiva, con una pantalla que apoya la narración con vídeos de cosmonautas, luces galácticas y amplificador Sovtek como вишенка на торте.
A pesar del tremendo frío que hacía ya a esas horas, consiguieron meternos en el concierto. Por otro lado el vapor de condensación, y la gente con gorros de nieve, le daba a todo un apropiado aire siberiano. Ellos tocan de espaldas, y una capa de saturaciones, ritmos disparados y ruidos espaciales envuelve la parte orgánica de la música, que se arrastra durante los 37 minutos que dura su Vostok, muy adecuadamente registrado en Cassette.
Aunque el Illera esté sufriendo inestabilidad por la desgana y holgazanería de quienes debieran estar cuidando del Illera, la Asociación Cultura Base Besaya sigue sacando adelante iniciativas como la de anoche, hombro a hombro y a pesar de todas las zancadillas y palos en las ruedas. Nunca sabremos cuando colapsará cada uno de nuestros refugios, pero seguramente encontraremos otro y volveremos a empezar una y otra vez.